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El Valle y su futuro verde

Pensar en las consecuencias que trae para la vida diaria el cambio climático no es precisamente lo que desvela a los seres humanos. Y esa es una de las barreras a las que se enfrentan las iniciativas que buscan detener las causas del que hoy es uno de los problemas más graves del mundo.

6 de noviembre de 2020 Por: Editorial .

Pensar en las consecuencias que trae para la vida diaria el cambio climático no es precisamente lo que desvela a los seres humanos. Y esa es una de las barreras a las que se enfrentan las iniciativas que buscan detener las causas del que hoy es uno de los problemas más graves del mundo.

Son pocas las personas que en su cotidianidad se detienen a pensar si sus acciones tienen repercusiones en la salud del planeta, o cómo su futuro se verá afectado si las temperaturas globales aumentan dos grados centígrados, que de acuerdo con la ciencia es el pico más alto que se debería alcanzar para que no haya consecuencias catastróficas. Son aún menos los que comprenden que deben exigirles a sus gobiernos, desde el local hasta el nacional, que tengan planes concretos para enfrentar a ese enemigo que actúa tan silencioso y empeora cada día.

No hay que ir muy lejos para saber que aún en países como Colombia, que se enorgullece de sus recursos naturales y su biodiversidad pero donde no se hace todo lo necesario para salvarlos, el riesgo de pérdida es muy alto con los efectos colaterales que ya se perciben. Por ello es importante que un departamento como el Valle, que sale mejor librado en cuanto al manejo y protección de su medio ambiente, tenga una hoja de ruta que indique lo que hay que hacer a sus municipios, a sus entidades ambientales, a sus sectores industrial y agrícola, así como a sus ciudadanos. Es lo que queda frente al fracaso de las iniciativas internacionales como el Acuerdo de París.

Contar con un Plan Integral de Gestión del Cambio Climático es un avance importante y el Valle ya lo tiene. Surgió al verificar el deterioro de sus páramos así como de la necesidad de conservar su recurso hídrico como el bien más importante. También al concluir que una región con vocación agroindustrial se enfrentará al deterioro de sus suelos y a que sus cultivos ya no resistan en los pisos térmicos actuales y deban reubicarse, con el costo que ello implica.

Como ya se está viendo, los peores efectos los sufrirá la población, por ejemplo con la aparición de enfermedades relacionadas con el aumento de las temperaturas o la destrucción de la biodiversidad, con las migraciones por causas ambientales o la disminución de la seguridad alimentaria. El Valle no será ajeno y por ello la urgencia de trabajar en las 21 medidas de adaptación y las 86 acciones que se han planteado para enfrentar el cambio climático.

Hay que restaurar los sistemas ecológicos, intervenir las cuencas hidrográficas, recuperar los suelos para el uso agropecuario y tener servicios de alertas tempranas y atención de riesgos más efectivos.
Sobre todo, hay que educar a los vallecaucanos así como comprometer a las administraciones municipales y a los diferentes sectores que mueven la economía regional -industriales y comerciantes, cañicultores,
caficultores y fruticultores, que son los mayores generadores de empleo- para que hagan parte de este esfuerzo.

Del compromiso de los vallecaucanos y de la efectividad de las estrategias consignadas en el Plan Integral de Gestión del Cambio Climático, que en buena hora gestionó el Ciat junto a la Gobernación del Valle, el Consejo Departamental de Política Ambiental de Gestión del Recurso Hídrico y la CVC, dependerá que este siga siendo un Valle verde, con un Pacífico abundante y rico en recursos naturales sostenibles.

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