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¿Cuál es el enemigo?

Catorce toneladas de cocaína incautadas en la Costa Caribe; nueve confiscadas simultáneamente en siete departamentos del país; un semisumergible con dos mil kilos del alcaloide detenido en aguas del Pacífico nariñense; 1604 kilos de clorhidrato de coca descubiertos en contenedores en el puerto de Buenaventura.

3 de noviembre de 2020 Por: Editorial .

Catorce toneladas de cocaína incautadas en la Costa Caribe; nueve confiscadas simultáneamente en siete departamentos del país; un semisumergible con dos mil kilos del alcaloide detenido en aguas del Pacífico nariñense; 1604 kilos de clorhidrato de coca descubiertos en contenedores en el puerto de Buenaventura.

Esos datos corresponden a algunos de los operativos realizados en el mes de octubre por las autoridades y demuestran el origen de uno de los mayores problemas que padece Colombia. Es el narcotráfico que no da tregua y es la razón principal de la violencia que tanto daño hace en el suroccidente colombiano, en el Valle del Cauca y en Cali.

Si bien hay que reconocer la labor de la Fuerza Pública y demás autoridades para encontrar esos alijos y dar golpes certeros como los que permitieron la incautación de cerca de 40 toneladas de cocaína el mes pasado, 420 toneladas van en este 2020, la guerra contra la producción y el tráfico de drogas ilícitas está lejos de ganarse. Se necesita mucho más para acabar con una actividad que mueve cada año 90.000 millones de dólares solo en el continente americano y que es el enemigo más peligroso para nuestra sociedad.

Lo real es que en lugar de disminuir, el narcotráfico sigue ganando terreno en Colombia como lo demuestran las 171.000 hectáreas sembradas de coca o los miles de kilos de marihuana que caen a diario en el Valle. Con el 51% de los cultivos ilícitos en el suroccidente del país y con el Pacífico como el corredor de exportación principal, es fácil deducir que Cali es el epicentro desde donde se mueven los hilos del negocio y que ahí está la razón del aumento en sus índices de criminalidad y del incremento en el número de homicidios.

No son solo la intolerancia ni la delincuencia común las causas principales de la violencia que vive la capital vallecaucana. Es que a 15 minutos del centro de la ciudad, las montañas están invadidas de coca y de marihuana; que aquí se libran las vendettas entre integrantes de las mafias y que los miles de millones de los dineros del narcotráfico se manejan desde esta urbe. Allí está el origen de muchos de los asesinatos que se cometen cada mes en Cali.

Con un negocio de tal tamaño, tan lucrativo y con consecuencias tan funestas para Colombia y en particular para el Suroccidente, la discusión no debe centrarse en si se permiten o no las fumigaciones aéreas, o si, como lo hacen ver desde la capital de la República, se trata solo de una cuestión de salud pública. El problema es si es viable un Estado en el que el narcotráfico tiene tales proporciones, y si los colombianos pueden vivir en paz mientras ese enemigo financia y ocasiona el crimen organizado.

Por ello el narcotráfico no se puede seguir enfrentando sin entender el daño que causa. Hay que acabar con los cultivos ilícitos utilizando los mecanismos más eficaces como se hizo antes, llevar la ley a las regiones donde las mafias se imponen, y exigir de nuevo la colaboración internacional, porque no se puede olvidar que los cargamentos incautados y los que nunca se decomisan, son para el consumo de países desarrollados.

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