Chile
Solo basta detenerse en la alternancia en el poder de ese país para reconocer que cada vez que el péndulo se ha movido la catástrofe no ha venido consigo. Eso no es otra cosa que una señal de que el sistema en el que se habita goza de buena salud.
Siga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias
Lo que pasó en Chile, con sus elecciones, es un ejemplo. Y, además, un caso de madurez política, asunto cada vez más extraño, no solo aquí, en América Latina, sino en muchos otros lugares.
Se preguntarán si hablo de la victoria de Gabriel Boric Font, ese hombre joven de tan solo 35 años que tiene en sus manos buena parte del destino de una nación vista hasta hace pocos años como referente de éxito en la región. Sí, también me gustó que ganara Boric. Y más aún que derrotará a José Antonio Kast, por todo lo que este representaba, tanto como pasado como futuro.
Pero lo que más me gusta de todo esto es que Chile tenga bien claro el valor de la democracia, quizás porque sufrió tanto por el hecho de perderla a manos de Pinochet y de su pandilla.
Y para amar la democracia y defenderla hay que hacerlo, ya sea como ganador o como perdedor. O sea, esa democracia no puede ser buena cuando el viento sopla a mi favor, mientras que resulta muy mala si hay que ponerle el pecho a la brisa.
Solo basta detenerse en la alternancia en el poder de ese país para reconocer que cada vez que el péndulo se ha movido la catástrofe no ha venido consigo. Eso no es otra cosa que una señal de que el sistema en el que se habita goza de buena salud.
Allí, se fue de Michelle Bachelet a Sebastián Piñera y de Sebastián Piñera a Michelle Bachelet. Y luego, una vez más, de Michele Bachelet a Sebastián Piñera. Ahora, estas elecciones que acaban de pasar significan la misma discusión entre centroizquierda y centroderecha sobre lo que debe ser una sociedad. La dieron Boric y Kast en medio de una campaña, como todas, dura, que alcanzó niveles de descalificación y de virulencia dignos de preocupación. Aunque ya sabemos que ese es el tono una vez se llega a las instancias del todo o nada de segunda vuelta.
Incluso, el día de las elecciones sospeché, cómo muchos más, que la extraña reducción del transporte público en determinados sitios tuvo como fin impedir la llegada de electores a los centros de votación.
Pero una vez se cerraron las urnas de votación encontré eso de lo que hablo arriba, madurez. Además de tolerancia y respeto.
Miren esto no más: hay en Chile un margen de unos diez minutos después de la hora del cierre oficial de los comicios para permitir que rezagados de última hora alcancen a votar. Mientras esas personas se movían a las carreras para llegar, simpatizantes de lado y lado los animaban a apurar el paso sin ningún grito desempleado, auténtica muestra de convivencia.
Como tampoco vi, en la transmisión en directo por televisión de diferentes cadenas, expresiones salidas de tono de alguno de las decenas de testigos que junto a las mesas presenciaba cómo los jurados entonaban el nombre del candidato que aparecía marcado en el sufragio que contaban.
Ese mismo ambiente se trasladó luego al escenario de los protagonistas del día. Poco después de que ya estaba contabilizado casi el 50 por ciento de los votos y Boric marcaba una muy amplia diferencia a su favor, Kast lo reconoció en Twitter. “Acabo de hablar con Gabriel Boric y lo he felicitado por su gran triunfo. Desde hoy es el presidente electo de Chile y merece todo nuestro respeto y colaboración constructiva. Chile siempre está primero”, dijo el perdedor.
Al rato, en una charla proyectada a toda la nación, fue esta vez el presidente Sebastián Piñera quien le felicitó y deseó lo mejor. Al otro día, se reunieron: "Recibimos al presidente electo Gabriel Boric en esta casa (la de la Moneda), la casa de todos. Le deseamos el mayor éxito y tuvimos una buena reunión de trabajo".
Bueno, así es allá. Y eso que el clima político anda más que crispado y con una Constituyente a bordo en la que se jugará más que una carta magna.
Pero lo de sus elecciones es eso: un ejemplo de cómo defender las ideas propias sin considerar que la victoria significa la desaparición del otro. Todo lo contrario.
Entre tanto en Ciudad Gótica...
Sigue en Twitter @VictorDiusabaR
6024455000