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Urgencia del Acuerdo Nacional

La complejidad del momento presente requiere que la nación pueda estructurar un relato colectivo de esperanza, pero también de certezas hacia el futuro.

28 de abril de 2024 Por: Diego Arias

No es posible negar el impacto político de las recientes movilizaciones en contra del gobierno y desestimarlas o ridiculizarlas no es una opción razonable, como tampoco lo es llamar a profundizar la confrontación. No hay que esperar a las próximas marchas obreras del 1 de mayo, cercanas al gobierno, para compararlas con las de la oposición. La movilización social es también una expresión política vital, pero esta polarización que también se expresa en las calles, lo que requiere es de un pronto trámite democrático.

La complejidad del momento presente requiere que la nación pueda estructurar un relato colectivo de esperanza, pero también de certezas hacia el futuro. Y eso solo es posible si, deponiendo intereses particulares y animadversiones de todo tipo, se construye de verdad un Acuerdo Nacional. Todo, como dice una frase reiterada pero vigente como nunca antes, por el bien superior (y futuro) de la nación.

Pero tiene que ser un pacto representativo del conjunto de la nación, no uno solo de las élites, pero tampoco circunscrito al ámbito únicamente de lo que el gobierno llama los ‘sectores populares’.

Ese acuerdo sobre el futuro se construye sobre la diferencia (incluso sacando provecho de la misma) y los antagonismos y establece los mínimos comunes que debieran poder ser compartidos.

En Colombia estamos en punto de quiebre entre el país del pasado y uno del porvenir. Por múltiples y complejas razones no es una transición fácil en un país que podría decirse se resiste generalmente al cambio y con el que colisiona un gobierno jugado al todo o nada por sacar adelante sus reformas estructurales.

Encontrar el justo medio y las maneras más convenientes para conducir un proyecto de cambio real, pero en todo caso democrático, requiere de un liderazgo político capaz de construir consensos y acuerdos. Y en esto el lenguaje, las formas y el cómo sí importan, y de qué manera.

No se trata esta vez de que “todo cambie para que nada cambie”, pero hay que ser capaces de concertar, lo cual significa, en muchos casos, estar dispuestos a ceder, tal y como ocurrió con la aprobación reciente en el Senado de la reforma pensional, aunque no se dio en la de la reforma a la salud.

¿De qué asuntos trata este acuerdo? Justamente de aquellos que hoy generan confrontación y provocan incertidumbre hacia el futuro, en medio de una violencia exacerbada y tensiones institucionales. Es claro que las reformas estructurales no van a tener para el gobierno todo el éxito deseado en su trámite parlamentario. Y los esfuerzos de la paz requieren de un liderazgo político amplio y sólido en cabeza del jefe del Estado, secundado también por un mayoritario apoyo público.

En Cali, recientemente, el presidente Gustavo Petro dijo que el tiempo del Acuerdo Nacional ya había pasado, desechando esa opción a cambio de lo que él llama un proceso constituyente, que no está del todo claro en que consiste, pero que pareciera ser no un camino para unir al país, sino para profundizar su división.

Hay que retomar la idea del Acuerdo Nacional entre otras razones, para poder ‘blindar’ democráticamente, hacia el futuro, las reformas que este gobierno logre concretar e implementar, no imponer.

De no lograrse este consenso mínimo o acuerdo fundamental, una nueva realidad (adversa) en la próxima elección al Congreso de la República y la subsiguiente a la Presidencia de la República en 2026, pueden reversar parte o la totalidad de lo logrado en este gobierno. Ese sería un escenario para nada deseable por las tensiones y conflictividad que generaría...

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