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Una poesía escondida... u olvidada

Pérez fue un poeta colombiano, hoy menos conocido que otros, y se le consideraba un poeta fáustico por la complejidad de su obra.

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Armando Barona Mesa

17 de oct de 2025, 01:26 a. m.

Actualizado el 17 de oct de 2025, 01:26 a. m.

Ramón Dolores Pérez fue un poeta lejano, nacido y fallecido (1868-1956) en aquella Popayán, tan desdibujada hoy, como lo anotara hace días el popayanejo fututo y abogado Diego Llanos Arboleda, sobre el parque Caldas, vuelto sancochería y bailoteca en zafarrancho, perdido de las viejas añoranzas del señorío y la respetabilidad de esa ciudad de tan largas tradiciones.

Y a propósito, después de ubicarme en el recuerdo de aquella ciudad, he vuelto a recordar a ese poeta grande y culterano, con medio nombre de mujer, Ramón Dolores Pérez, con uso de palabras un tanto rebuscadas, sí, pero castizas y hechas con la rima y metro de aquella poesía moderna, que había iniciado el poeta Guillermo Valencia y José Asunción Silva en Colombia y que luego trascendió a un culteranismo y humorismo sin par. Pocos hubo como Ramón Dolores, así el vulgo lo haya olvidado por un chorizo o una empanada. O un tamalito de pipián.

A aquel poeta popayanejo hay que resaltarlo por ese estilo restauratorio del idioma y por aquel espíritu que barajaba el pueblo payanés, con agudo y fino humor. Ah, y apodos inolvidables, que me hacen recordar a mi compañero Juan José Saavedra Velasco.

Pérez fue un poeta colombiano, hoy menos conocido que otros, y se le consideraba un poeta fáustico por la complejidad de su obra. Era culterano, porque mostraba, al desdén, una vasta cultura idiomática. Ubicaba él los reveses y desenvolvimientos de unas palabras que estaban escondidas en el idioma y él y ellos las desempolvaban para poner en funcionamiento un tanto estrafalario. Así fueron sus numerosos poemas que figuran en el libro del también poeta José Ignacio Bustamante, La poesía en Popayán.

Veamos entonces el que, a mi manera, en un conjunto de más de cien poemas, resulta el más diciente y elevado canto (si es que se puede mirar un canto allí) titulado ‘Camelánea Espelifucia’. Proclama en un soneto:

Como el fasgo cendal de la pandurga

remurmucia la pínola plateca,

asi el chungo del gran Perrontoreca

con su garcha cuesquina sapreturga.

Diquilón, el Sinfurcio, flamenurga

con carrucios de ardor en la testeca

y, en limpornia, simplaque y con merleca,

se amancoplan Segrís y Trampalurga.

La chalema, ni encuerde ni arropija;

la redopsia, ni enchufa ni escoriaza;

y enchimplado en sus trepas la escondrija,

con casconcia ventral que encalambrija

dice a la escartibuncia mermelaza:

¡Qué inocentividad tan cuncunija!

Bueno, ante este desventorco (también me sitúo allí con esta palabreja), vale mirar lo que le escribió Quevedo a Góngora:

Qué captas nocturnal en tus canciones,

Góngora socio, con crepusculallas,

si cuando anhelas más garcivo – lallas

las reptilizas más y subterpones?

Microcosmote Dios de enquiridiones

y quieres te investiguen por medallas

con priscos, estigmas, o con antigua-llas,

por desitinerar vates Jirones.

¿Pero decidme, algún otro poeta puede hacer algo igual?

ha desempeñado puestos públicos como juez del Circuito, Conjuez del Tribunal de Cali, Secretario de Gobierno de Cali y alcalde encargado, embajador de Colombia en Polonia y en la ONU. Ha sido delegado a varias conferencias internacionales como la OIT en Ginebra

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