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Una ciudad ideal

Sus habitantes son ciudadanos responsables que participan democráticamente en el gobierno de su ciudad y contribuyen a su seguridad, orden y limpieza...

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Benjamin Barney Caldas
Benjamín Barney Caldas. | Foto: El País

2 de oct de 2025, 03:24 a. m.

Actualizado el 2 de oct de 2025, 03:25 a. m.

Esta envidiable ciudad se encuentra alrededor de varios altos cerros en las faldas de una alta cordillera rematada por unos bellos farallones y al lado de un amplio y verde valle hasta otra cordillera aún más alta atrás; está cruzada por varios sonoros, cristalinos y hermosos ríos de alta pendiente que desembocan a un ancho río navegable al lado de la ciudad; su vegetación es muy variada, abundante y colorida; gran variedad de aves cruzan su cielo, y bonitos y agradables pequeños animales habitan sus zonas verdes; su clima ni frío ni caliente dura todo el año acompañado de frescas brisas a diferentes horas; y a menos de una hora se llega a un puerto sobre el océano y a sus cercanas y bellas playas, y a unas cuantas horas a un pico nevado.

Esta ciudad no es demasiado poblada y está dividida en unas pocas ciudades dentro de la ciudad a base de manzanas unidas conformando supermanzanas de tránsito local con sus correspondientes sub centralidades alrededor de un pequeño parque, a las que se puede llegar caminando o en bicicleta para satisfacer las necesidades más cotidianas, evitando los carros estacionados en las calles; no hay edificios altos; un transporte público eficiente, agradable y permanente las une entre sí y con el centro histórico; no hay redes ni vallas aéreas; la energía en generada por pequeñas hidroeléctricas, cubiertas planas con paneles solares y una fila de grandes generadores eólicos a todo lo largo del eje vial que conecta la ciudad y su área metropolitana.

Sus habitantes son ciudadanos responsables que participan democráticamente en el gobierno de su ciudad y contribuyen a su seguridad, orden y limpieza; urbanitas que la recorren respetando sus normas, avisos y señalizaciones; vecinos que no generan ruido ajeno, ni violan la privacidad de los otros, ni usan sus viviendas para otros usos inconvenientes; personas educadas que respetan a los demás; lugareños que valoran, disfrutan y protegen el patrimonio natural y cultural de su ciudad, y sus comidas, bebidas y costumbres tradicionales; personas que participan activamente en sus pocas celebraciones anuales; individuos siempre amables. Simpáticos y colaboradores, que visten según las circunstancias, pero de acuerdo con su sabroso clima.

Las actividades en esta ciudad son muy variadas y con horarios escalonados para evitar las congestiones viales; especialmente las hay culturales, educativas, deportivas, recreacionales y turísticas, más oficinas de profesionales diversos, ubicadas en el centro y en las sub centralidades de la ciudad; tiendas de esquina y pequeños comercios en los barrios, y grandes centros comerciales con hoteles incluidos en cada sector; talleres de diversas artesanías, carpintería, ebanistería, cerrajería y reciclaje de sobrantes, localizados en barrios a propósito; servicios de salud y locales para reparaciones cerca a los barrios residenciales; y pequeñas y discretas fábricas rodeadas de vegetación que no causan ninguna molestia a los entornos en los que se encuentran.

Por supuesto esta ciudad ideal no es una simple utopía rápidamente imaginada, sino una entendida como una meta en el horizonte que se aleja a medida que cada cual se acerca lentamente a ella (como diría Eduardo Galeano en: Me caí del mundo y no sé cómo entrar, 2010) y sintetizada a partir del conocimiento de que toda ciudad es el conjunto interactivo de su artefacto físico, integrado por su urbanismo, arquitectura y paisajismo, de acuerdo con su propia geografía e historia; sus muy diferentes y cambiantes ciudadanos; y todas las diversas actividades que en ella se llevan a cabo. Siempre pensando que el ideal de toda ciudad debe procurar que sea segura, funcional, ordenada, limpia, confortable, agradable y emocionante… Para qué más.

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Ha sido docente en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, y en el Taller Internacional de Cartagena, de los Andes, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998.

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