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Sin retorno
Nicolás Maduro se equivoca. No es una amenaza a la región, tampoco al pueblo venezolano o para Colombia. Es contra él, su dictadura y organización criminal.
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7 de sept de 2025, 01:48 a. m.
Actualizado el 7 de sept de 2025, 01:48 a. m.
Trump no tiene opción a la caída de Nicolás Maduro. Mientras más pronto mejor. Si no, el costo político para él y el Partido Republicano será cada día mayor. Los motivos para enfocarse ahora en Venezuela empiezan a clarear, igual la alternativa en caso de no lograrlo. Mientras inician los alinderamientos a nivel global, la posición del presidente Petro frente a lo sucedido no podría ser más absurda y antipatriota.
Trump y el Partido Republicano tienen en la mira a Maduro desde las elecciones. El auge del Tren de Aragua con tentáculos en la región y el narcotráfico lo convirtió en blanco. No tardó el Gobierno Trump en advertir que este y otros grupos criminales hacen parte del Cartel de los Soles liderado por el dictador, quien para ellos no es más que un narco prófugo de la justicia que usurpa el poder en Venezuela. Por eso su deber es ir tras él.
Puede argumentarse que la ofensiva contra Venezuela se debe a lo que se avizora como una sin salida en las guerras en Ucrania y Oriente Medio, a la desaprobación de Trump (52 % vs. 43 %, New York Times) y al hecho de que en noviembre se realizarán elecciones de Congreso en seis Estados. Razones que parecieran ser endebles a juzgar por el bajo interés de los medios en el caso y el riesgo de semejante despliegue.
Estados Unidos da cuenta de la presencia de tres barcos de guerra armados con misiles en aguas internacionales frente a la costa venezolana. Maduro dice que son ocho y un submarino nuclear con capacidad de portar 1200 misiles, calificándola como la más grave amenaza en la historia a Latinoamérica. Se equivoca, no es una amenaza a la región, tampoco al pueblo venezolano o para Colombia. Es contra él, su dictadura y organización criminal.
Por más de que se presente como una operación contra el narcotráfico, su objetivo no es otro que la caída del dictador venezolano. El Plan A es la implosión del régimen por la presión militar, la recompensa de US$ 50 millones por la captura de Maduro (el doble de la de Osama Bin Laden) y la paranoia y desconfianza con sus más cercanos. El Plan B pareciera ser la sustracción quirúrgica del tirano de donde esté similar a lo ocurrido con Noriega en Panamá (1989).
Planes deseables pero difíciles de concretar. El primero, por tiempo. Si bien el secretario Marco Rubio y el senador Bernie Moreno han dicho que antes de diciembre cae, no es una tarea libre de complejidad. El segundo, porque a Trump no le sirve Maduro muerto. Solo le sirve vivo, ingresando a una cárcel de máxima seguridad con esposas en las manos, grilletes en los tobillos, cadenas de pies a cabeza y overol naranja. Como un criminal.
En ese escenario, el hundimiento de la lancha de alta velocidad hace unos días pareciera responder a un interim mientras se alcanza el objetivo real. Interceptar naves con cocaína y bajarse un avión venezolano si desafía a alguna de las embarcaciones, son señales positivas, pero, deben ser blancos temporales. Sería un error que semejante despliegue terminara en solo eso y que retornasen sin Maduro.
A todas estas, el señor Petro. No sabe qué decir y hacer para que Trump lo determine. Si algo quisiera es vincular a Colombia en una operación que se espera escale para agregar un elemento más a su narrativa de víctima; por eso también hace lo posible para que nos descertifiquen aunque lo uno y lo otro sean perjudiciales para Colombia. Eso a él no le importa. Lo único que lo trasnocha es como aferrarse al poder o crear un caos tal que en cuatro años nadie lo arregle.

Abogado y doctor en política de la Universidad de Oxford. Se desempeñó como Ministro de Educación, Embajador en La Haya, Alto Consejero Presidencial para la Seguridad Ciudadana, y Director de El País de Cali. Actualmente es Presidente de la Asociación Colombiana del Petróleo, gremio de la industria de hidrocarburos.
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