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Schubert, un refugio para el alma

Su música evoca amor y profundidad, sus melodías a menudo impregnadas por la melancolía característica de su esencia.

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Rodrigo Obonaga Pineda.
Rodrigo Obonaga Pineda. | Foto: El País.

10 de sept de 2025, 03:08 a. m.

Actualizado el 10 de sept de 2025, 03:08 a. m.

La música de Franz Schubert (1797 - 1828) compositor austríaco de finales del clasicismo y principios del romanticismo. Su música evoca amor y profundidad, sus melodías a menudo impregnadas por la melancolía característica de su esencia.

Entre sus obras destacan los valses para piano, los tríos —en especial el Trío en si bemol—, la gran Fantasía para dúo de pianos, el célebre quinteto La Trucha y el octeto para cuerdas. En su Quinteto en do mayor, una de sus últimas creaciones, los dos movimientos iniciales invitan a una reflexión serena y conmovedora.

Aunque las sonatas para piano de Schubert solo han ganado popularidad en las salas de concierto, en fechas relativamente recientes, durante mucho tiempo fueron poco interpretadas por pianistas románticos. En lugar de ellas, preferían abordar piezas más conocidas como la fantasía del caminante o los momentos musicales. Desde el punto de vista técnico, estas obras presentan retos únicos: una composición aparentemente rústica y una organización exigente que contrasta con la ausencia de virtuosismo ostentoso. Sin embargo, lo que verdaderamente atrae al intérprete es la música misma, no la técnica. Esto es especialmente evidente en sus tres sonatas finales, que requieren tanto emotividad como destreza técnica para ser ejecutadas con excelencia.

La sinfonía inconclusa de Schubert se erige como un modelo impecable con una estructura resistente mientras despliega poesía suprema. De manera similar, sus extraordinarias sinfonías reafirman su creatividad sin restricciones. En este íntimo recorrido musical, es recomendable escuchar el Impromptu Op. 90 No. 3, donde brilla la melancolía en su forma más luminosa, o la majestuosa Sonata D.960, una obra que parece ser el legado sonoro que Schubert dejó para el silencio. También su célebre lied ‘Ave María’ (D. 839, Op. 52 No. 6) merece especial atención: una melodía serena y espiritualmente elevada que conjuga una textura pianística transparente con un ambiente cargado de ternura y recogimiento sublime. Lo que aparenta ser sencillo encierra una riqueza emocional compleja, llena de matices reflexivos.

Tras su muerte fue necesario esperar cuarenta años para que el mundo comenzara a comprender la genialidad de Schubert. Hacia finales del siglo XIX, cuando sus obras empezaron a publicarse y difundirse ampliamente, su influencia se hizo evidente en compositores como Brahms, Dvorak, Bruckner y Mahler. Hoy en día, no cabe duda de que su lugar en la historia está asegurado. Schubert uno de los primeros románticos junto a Karl María von Weber marcó el rumbo de toda una generación. Johannes Brahms reconoció que ninguna otra figura le había enseñado tanto sobre belleza y expresión musical como Schubert, mientras que Robert Schumann celebraba su capacidad como poeta musical supremo y genio irrebatible de la melodía.

Escuchar la música de Schubert es descubrir un tesoro escondido, que dialoga directamente con nuestro corazón. Su obra, fruto de las profundidades del alma, perdura como un legado eterno; una invitación a sentir sin límites con el corazón dispuesto a abrirse plenamente. Al adentrarnos en su universo sonoro, encontramos una fuerza transformadora que nos consuela en los momentos existenciales más difíciles de la vida. Es un poeta silencioso que consigue expresar nuestras emociones más íntimas y brotar sentimientos profundos con cada nota. Su música detiene el tiempo con delicadeza, curando heridas invisibles con su ternura.

Schubert nos recuerda que el poder más sublime reside no en imponer, sino en ofrecer consuelo; en acompañar los caminos solitarios de la vida con una presencia cálida y sanadora. Su arte es una puerta hacia la belleza oculta del silencio y hacia emociones capaces de generar cambios profundos. Hoy, más que nunca, su obra representa un bálsamo necesario que necesitamos redescubrir. Schubert, en medio del bullicio del mundo moderno, sigue siendo un refugio para el alma; escuchar su música es hallar un tesoro inigualable que conecta con nuestra esencia más luminosa y nos permite vivir la música con intensidad duradera.

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