Pobre Cali

En Cali hay más de 600.000 personas, entre pobreza extrema y moderada, que enfrentan altas dificultades para satisfacer sus necesidades básicas. Hay 80.000 que no saben leer ni escribir; 269.000 que viven en hacinamiento crítico, 268.000 con largos períodos de desempleo, 228.000 con carencias en múltiples dimensiones; 150.000 mujeres cabeza de hogar en el sisbén y 57.000 jóvenes que no estudian ni trabajan.

Las cifras provienen de un análisis hecho por la Coopération Internationale verter la Développement et la Solidarité- Cidse, junto a la Fundación de la Universidad del Valle, basadas en datos del Sisbén, que en mayo registraba 1.029.000 personas.

Y se dieron a conocer recientemente en el foro internacional ‘Estrategias para combatir la pobreza’, en el que la Alcaldía hizo un llamado al gobierno nacional, para que aborde la pobreza como un problema estructural.

El panorama se alivia con el informe del Dane, de esta semana, que reconoció a Cali como la ciudad que en 2022 registró menor incidencia en el índice de pobreza monetaria, con el 24%, lo que significa que aún 559.365 personas permanecen en condición preocupante.

En Colombia, el porcentaje de quienes tienen carencias materiales graves paso del 16% al 12,9% en un año, siendo el mejor registro histórico, sin dejar de lado la situación delicada de 18.331.941 habitantes en el país.

Pese a la significativa reducción, lo cierto es que la capital del Valle tiene que continuar trabajando en planes a largo plazo para mejorar las condiciones de vida de quienes pasan tantas penurias y esa debería ser la prioridad, antes que invertir en proyectos para repartir contratos y pagar favores.

No se pueden desconocer los esfuerzos loables, desde lo privado y lo público, para ayudar a la población en pobreza extrema. Pero tampoco estamos para echar voladores al aire con las cifras del Dane. Mejor, detenerse y mirar qué se hizo bien y qué falta para avanzar.

Las cifras de la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas indicaron que para agosto de 2023, el 46% de vallecaucanos tiene un consumo insuficiente de alimentos. Además, hay 899 menores de 5 años con desnutrición aguda y van 8 muertes de niños por desnutrición. Muy grave.

En la ciudad se calcula que 220.000 personas solo tienen una comida diaria y la demanda de los 800 comedores comunitarios, de los programas de atención de la Alcaldía, así como de los hogares que aguardan por el auxilio Banco de Alimentos de la Arquidiócesis, es grande.

Cali necesita más inversión y oportunidades. Necesita ofrecer alternativas a quienes están por fuera del sistema laboral; a quienes no tienen alimento ni techo o viven en hacinamiento. Mientras el desempleo en Colombia está en 9,3%, Cali se ubica en 10,9%, además de ser una de las ciudades del país con mayor informalidad. El emprendimiento, los micronegocios, requieren más impulso y estar inmersos en las políticas públicas, en lugar de ser preocupación exclusiva de organizaciones y programas que trabajan por ello.

Estos son los temas que deberían abocar la reflexión y los debates de quienes aspiran a gobernar la ciudad, en lugar de enfrascarse en discusiones improductivas, que por desgracia se convierten en el primer renglón de las noticias y dan tanto rating. La desinformación y los ‘fake’ están a la orden del día. Como si no hubiera de qué preocuparse. ¡Pobre Cali!

Si no atendemos el hambre es difícil disminuir la violencia, la desesperanza. Porque la pobreza trasciende lo económico, lo social, y se ancla en el pensamiento, en el discurso, en las barreras que nos separan. Esto, señoras y señores, es lo que de verdad necesitamos resolver, en lugar de seguir sumidos en batallas superficiales que solo nos empobrecen más como ciudad.

@pagope