Columnistas
Petro y la instrumentalización de “el pueblo”
Les temo cada vez más a quienes desde la charlatanería y la empalagosa habilidad de ganar aplausos incondicionales en las plazas públicas con promesas populares, pero irresponsables, construyen carreras electorales cargadas de individualismo.
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24 de nov de 2025, 12:35 a. m.
Actualizado el 24 de nov de 2025, 12:35 a. m.
Me ha tomado tiempo darme cuenta de una de mis opiniones políticas más impopulares: cada vez creo más en los políticos menos carismáticos. Reconozco con creciente convicción que prefiero a los dirigentes que proponen lo que a veces resulta incómodo y a los que se alejan de los manuales clásicos del populismo. Al mismo tiempo, les temo cada vez más a quienes desde la charlatanería y la empalagosa habilidad de ganar aplausos incondicionales en las plazas públicas con promesas populares, pero irresponsables, construyen carreras electorales cargadas de individualismo.
Creo más en los gobernantes tranquilos, casi aburridos, que durante décadas han gobernado en casi todas las latitudes, desde Europa, Estados Unidos, hasta algunas afortunadas ocasiones en Colombia. Por eso siento un mayor respeto por los mandatarios que han procurado ser estadistas antes que caudillos que fundamentan todos sus caprichos en su supuesta lectura de la voluntad popular. Entre más toma forma la política de este contexto global, siento un creciente temor –y no me preocupa decirlo abiertamente– al excesivo carisma de los gobernantes. Los caudillos, con toda su oratoria y su capacidad retórica, muchas veces han logrado convencer a sus electores de algunos de los peores errores de la humanidad.
Entre más se acerca el final de su periodo constitucional de mandato, el presidente Petro más insiste en dar giros cargados de riesgo, como la crisis desatada con el gobierno de Estados Unidos, su llamado a una asamblea constituyente, su arremetida cotidiana contra el periodismo y quién sabe cuántas irresponsabilidades más en los meses que faltan. De fondo, cada vez que Petro le sube al radicalismo de su tono y se aleja de cualquier posibilidad de moderación o unidad, más apela a que sus caprichos son la voluntad de “el pueblo”.
Lo increíble es que casi 80 años después de esa gran mentira histórica que fue la ola latinoamericana del populismo, un presidente colombiano siga usando un concepto tan manipulado como el de “el pueblo” e insista en que se trata de algo novedoso. Lo que sí ha sobrado es megalomanía y la ausencia de un debate adecuado: nada insinúa un unanimismo más riesgoso que la idea de un solo pueblo con una voluntad traducida por un único dirigente.
Cuando el presidente Petro amanece con ganas de reescribir la Constitución a su acomodo y a su imagen, lo hace con la excusa de que lo pide “el pueblo”, pero los colombianos debemos preguntar cómo puede interpretar esa supuesta voluntad si durante la campaña que lo llevó al triunfo prometió exactamente lo contrario: hasta el cansancio repitió que no convocaría a una constituyente. Cada vez que permitimos que un dirigente juegue con nuestras instituciones y nuestro futuro argumentando que representar a “el pueblo” le permite una carta ilimitada de irresponsabilidad, la derrota de los valores de nuestra república y nuestras leyes se acerca más.
Quienes hace varios años nos opusimos a esa equivalencia falaz y peligrosa que muchos proponían al repetir –también en busca de un riesgoso unanimismo– que “Uribe es Colombia” debemos ahora oponernos con la misma claridad a la idea de que Petro es el pueblo. El liderazgo de Petro no es el equivalente a la voluntad de toda Colombia, así como el de ningún otro gobernante lo es o lo ha sido. Eso sí, nuestros dirigentes son representantes de un estado que construimos entre todos nosotros. Los gobernantes representan a sectores de la ciudadanía que los eligen, pero si algo deberían procurar en todo momento es respetar y honrar a los electores que no votaron por ellos.
Donde sí está representado el pueblo, y esto debemos recordarle a todos los intentos de caudillos que aspiren a cambiar el rumbo de Colombia, es en las leyes que durante décadas y siglos se han escrito, en las instituciones y en la Constitución.
@fernandoposada_

Politólogo de la Universidad de los Andes con maestría en Política Latinoamericana de University College London. Es analista político para varias publicaciones nacionales e internacionales, y consultor en temas de política pública, paz y sostenibilidad.
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