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La misa ha terminado

Un escabroso suceso criminal, tomado de la vida real y un...

1 de febrero de 2014 Por: Óscar López Pulecio

Un escabroso suceso criminal, tomado de la vida real y un proceso tan solemne como la elección de un Papa son los elementos que utiliza Gustavo Álvarez Gardeazábal para escribir una novela que es a la vez piedra de escándalo, narrativa pura y un episodio más de la lucha entre el bien y el mal, que es la materia prima de todo gran trabajo literario. El suceso desafía la imaginación: una pareja de jóvenes sacerdotes homosexuales que contrata a un sicario para que los asesine como salida desesperada y honorable al hecho de que estaban contagiados de sida. Sucedió en Bogotá en enero de 2011. La elección del Papa es consecuencia de la renuncia de Benedicto XVI, agobiado según se dice por la corrupción del Vaticano y su reemplazo por un papa argentino, famoso por su esfuerzo de purificación de la Iglesia Católica Romana. Con ese material Álvarez Gardeázabal construye su propia historia, inventa personajes, amores, acontecimientos, donde los protagonistas son sacerdotes homosexuales, desde el más humilde cura de pueblo hasta el más encumbrado cardenal. Las vidas de Rogelio y Martín, dos personajes perversos, cuyo único impulso es el placer lo cual hace su encuentro irrevocable, curas sin vocación que ven a la Iglesia Católica Romana, la institución más prestigiosa de la cultura occidental y la única para la cual el celibato es un valor, como un refugio seguro para saciar sus instintos, se entrelazan con la fulgurante carrera eclesiástica de Casimiro Rangel, quien labra su ascenso en la jerarquía a través del lecho de maduros dignatarios de la Santa Sede. Y para añadir sal a la herida no se inventa un lugar, a la manera de Faulkner o García Márquez, sino que sitúa su historia en el corazón del Valle del Cauca, Buga y Tuluá, del cual es su más notorio cronista. Casimiro Rangel, imaginario obispo de Buga, utiliza sus relaciones vaticanas para traer a Benedicto XVI a una visita al Señor de los Milagros, visita organizada por Rogelio y Martín, cuyo éxito le granjeará el capelo cardenalicio. El Pap, viene a Buga, Casimiro es elegido cardenal, Rogelio y Martín, lanzados a un despeñadero de promiscuidad, se contagian de sida. Luego, el papa renuncia y el nuevo Papa ajeno a esa cofradía sexual, marca el fin del poder del cardenal Rangel, que se suicida, lo cual coincide con la muerte acordada de la pareja para evitar el escándalo, que se produce multiplicado por cien al conocerse que ellos mismos contrataron a los sicarios. La obra deja un sabor agridulce: la maestría de la narración y la sordidez de la historia. No es un libro pornográfico, ni simplemente anticlerical o chocante. Es un libro crudo, feroz, que coloca en un escenario que la gente común considera sagrado a unos personajes que no hacen sino profanarlo. Su final trágico es quizás una lección moral, si es que hay alguna: ninguna ambición quedará sin castigo. Las historias de esos hombres que se enamoran de otros hombres o se valen de esa situación para prosperar, son tan viejas como el mundo. Desde Antínoo el amante del Emperador Adriano, pasando por Hugh Despenser, el de Eduardo II de Inglaterra, hasta llegar a Clyde Tolson el de J. Edgar Hoover, La Iglesia, golpeada por la epidemia de la pedofilia, con el sino trágico de ser un resguardo de los célibes, quizás tenga muchas historias parecidas que contar, o aún peores, a las cuales ha sobrevivido y sobrevivirá.

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