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Arte político

El cartel que anunciaba al Grupo Taller 4 Rojo lo decía todo:...

22 de marzo de 2014 Por: Óscar López Pulecio

El cartel que anunciaba al Grupo Taller 4 Rojo lo decía todo: un puño cerrado, elevado al cielo, entre la ira y la protesta. Ese grupo de artistas gráficos de los años setentas, dejó en el arte colombiano la marca de su compromiso político de izquierda reflejada en cada centímetro de sus obras. Lo que había detrás de ellos era la revolución cubana, los sindicatos de obreros, la guerra de Vietnam. Lo que tenían en frente era la posibilidad de llegar con su trabajo a muchas partes a través del grabado, multiplicada con los carteles con los cuales se convocaban manifestaciones públicas y con su participación en la revista Alternativa.Los nombres más notorios que formaron el Taller 4 Rojo tienen hoy un lugar asegurado en el arte colombiano: Umberto Giangrandi, Nirma Zárate, Carlos Granada, Diego Arango. Pero el conjunto de sus obras que abarcaban diferentes campos se dispersó con los años. Hasta ahora cuando ha sido recuperado gracias a una juiciosa investigación de María Sol Barón y Camilo Ordóñez quienes conforman el equipo TransHisTor(ia). Luego de ser presentada en Bogotá y Medellín, la exhibición llega a Cali al Museo La Tertulia, donde un estupendo montaje da cuenta de esa historia de rebeldía hoy un tanto sacralizada por el paso del tiempo.El arte político es un ejercicio peligroso no porque se enfrente al establecimiento, que tiene la capacidad de asimilar y admirar las obras de arte que se hacen a sus expensas, sino por el riesgo constante de dejar de hacer arte por hacer política. Inevitable la referencia al Realismo Socialista, que es una concepción artística heroica, con imágenes poderosas de luchas y logros populares, con la bendición del Partido. Algo de eso hay en esta remembranza de los setentas. Las imágenes de manifestaciones sindicales, de niños campesinos en la miseria, de guerras de liberación, de lucha anti-imperialista, están siempre presentes y son parte esencial de las obras gráficas, cuya naturaleza de originales múltiples, les permitía llegar al gran público. Y para ir más allá, se desbordaron en los carteles de las manifestaciones y en el diseño de Alternativa, la revista de la izquierda exquisita que impulsaron Gabriel García Márquez, Enrique Santos Calderón y Orlando Fals Borda. Inevitable también la referencia al arte conceptual, que es la moda de hoy día, inspirado en ideas profundamente políticas: la opresión, la esclavitud, el marginamiento, pero que requiere de toda clase de explicaciones para ser entendido como acción política, puesto que la idea original, que es en realidad la obra de arte, se expresa de un modo subliminal en los objetos más inesperados. Casi cuarenta años después el arte político se despoja de su carácter obvio y se reviste de enigmas refinados. Quizás más efectiva la denuncia de entonces donde una generación contestataria utilizaba todas las letras para la protesta y quizás por ello, la exhibición de La Tertulia nos devuelve a tiempos de nostalgia, de revueltas estudiantiles, de desafíos al Estatuto de Seguridad, de rechazo a las multinacionales extractivas, de toda esa efervescencia que un grupo de personas tuvo la capacidad de convertir en expresiones artísticas sin cejar en la acción directa, en la denuncia abierta y sin tapujos. Una época de oro que hoy se consagra en los salones del museo donde en su momento esos mismos artistas se negaron a exponer.

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