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Alejandro, Carlos… y Francisco

Cuando el barón Alejandro de Humboldt desembarcó en marzo de 1801 en Cartagena de Indias desviado por una tormenta, casi nadie sabía allí quien era, a pesar de que sus expediciones geográficas y naturalistas lo habían vuelto famoso en Europa.

20 de septiembre de 2019 Por: Óscar López Pulecio

Cuando el barón Alejandro de Humboldt desembarcó en marzo de 1801 en Cartagena de Indias desviado por una tormenta, casi nadie sabía allí quien era, a pesar de que sus expediciones geográficas y naturalistas lo habían vuelto famoso en Europa. Don José Ignacio de Pombo, que estaba mejor informado, lo acoge y le recomienda que vaya a Santa Fé a conocer a José Celestino Mutis, el anciano sacerdote español director de la Expedición Botánica. Humboldt, que viaja con gran aparato financiado por él mismo con la herencia de su madre, hace el viaje a pie y en canoas por el Río Magdalena y es acogido en Santa Fe como una celebridad.

La Expedición Botánica es uno de esos actos visionarios del despotismo ilustrado de los Borbones. Ha tenido dinero a rodos para financiar sus estudios y ha hecho de Mutis un hombre rico. Humboldt considera que no hay una colección más importante de plantas e ilustraciones en todo el mundo, y sigue su marcha rumbo a Quito examinando, midiendo, catalogando todo lo que encuentra a su paso.

En Quito conoce a dos notables criollos que no pueden ser más diferentes: Carlos de Montúfar, hijo de Marqués de Selva Alegre, de 22 años, apuesto, alegre, parrandero, con espíritu aventurero; y Francisco José de Caldas, de 34 años, maduro, serio, estudioso, dedicado como Humboldt a la geografía y a la medición de las montañas. Algo pasó en ese triángulo, que ha sido fuente de habladurías. Hoy cuando se celebran los 250 años del nacimiento del barón aún no se aclaran.

Lo que parece haber sucedido es que Humboldt queda prendado de Montúfar, se lo lleva en la continuación de su viaje por Perú y México y luego a Europa, gracias al dinero del Marqués que paga el viaje. A Caldas que quiere ir y que tiene para el pasaje no lo aceptan en la expedición. Su queja es histórica. Le escribe a Mutis que Montúfar lleva a Humboldt a casas donde “el amor impuro rige” y añade esta perla: “se apodera esta pasión vergonzosa de su corazón y ciega a este joven sabio hasta un punto que no se puede creer” Llama a Montúfar un “Adonis ignorante, sin principios, disipado”. Si fueron celos profesionales o de los otros, nunca se sabrá.

El final de esa historia es muy curioso. Carlos de Montúfar hace parte en Quito de la Revolución de los Marqueses que se rebelan contra España y tiene una carrera militar distinguida; lo llaman El Caudillo. Cae prisionero de Juan Sámano luego de la derrota de la Cuchilla del Tambo donde se pierde Popayán. Es fusilado en Buga el 31 de julio de 1816. Caldas, que es ingeniero, hace parte de los ejércitos libertadores y es capturado como consecuencia de la misma derrota; lo llaman El Sabio. Es fusilado en Santa Fé el 29 de octubre de 1816. Ambos por la espalda, como traidores a la Corona. El sacrificio y la gloria cubren de piadoso olvido todas sus debilidades. Humboldt muere de 90 años, famoso, después de haber gastado toda su fortuna en sus aventuras y sus logros.

La Escuela de Teatro de la Universidad del Valle y la Orquesta Sinfónica de Bogotá han montado una farsa operática llamada El Bosque sobre el Bosque, ya presentada en Bogotá que se verá el próximo año en Cali, basada en el delirio del barón de Humboldt, en una estepa rusa, a donde fue a dar, en el cual recuerda su vida y sus viajes por las regiones equinocciales, Montúfar y Caldas incluidos. O sea, que las habladurías siguen sin acallarse.

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