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Mario Fernando Prado

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Así pues que, a meter papeles, a dejar todo arregladito, a disfrutar los días que quedan por vivir, y colorín colorado que este cuento se ha acabado.

5 de abril de 2024 Por: Mario Fernando Prado

La muerte anda haciendo de las suyas por estos días. No hay semana en que no nos sorprenda llevándose personas conocidas, y claro, también no conocidas, y hasta desconocidas, que se van de este mundo a donde las ha llamado el más allá.

Ayer fue María Clara Holguín, antier Olga Lucía Gómez y más recientemente Gabriel Moncada, de lo que me enteré por el chat que tenemos los compañeros del Colegio Nuestra Señora del Pilar, en donde recibí diploma de bachillerato clásico superior, que hasta el sol de hoy no he sabido qué diablos es eso de clásico superior.

Chateando con varios de mis condiscípulos, que coincidimos después de dar varias vueltas en otros colegios, -este pajarraco completó nueve planteles educativos repitiendo solo tercero de bachillerato- y en donde nos reencontramos ‘los vagos’ de esa época y que coronamos estudios bajo la egida de Chamorro viejo y Chamorro joven, educadores españoles que adquirieron ese plantel educativo que fundaron los alemanes Engel por allá en los cincuenta.

Gracias al Pilar nos salvamos (?) docenas de muchachos y muchachas que, de no ser por la comprensión y la paciencia de los Chamorro, quién sabe dónde abríamos ido a parar. Desafortunadamente, han sido muchos los compañeros que ya no están con nosotros y por ello, hasta se alcanzó a proponer que para celebrar una de esas efemérides de graduados, hiciéramos la reunión en el cementerio central.

Es que esa lista de fallecidos es tan dolorosa como extensa, y me voy a permitir, para honrar la memoria de ellos, enumerarlos de manera desordenada.

Empecemos por Joaquín Nicolás De Cayzedo Burckhardt, mi entrañable Juaco. Sigamos con Bernardo Molina Tarrus y con Segundo Calero Campo. Murieron también Carlos Reyes Zawadski, Diego Orozco Abad y Alberto Bellini Ayala.

Fallecieron también dos de los Arango Pagnamenta -Monino y Javier-, y me dicen que dos de los Marcuccis -Juliano y Rodrigo- y ojalá esté equivocado. Guillermo(?) Caicedo que murió en El Sesteo, ubicado donde hoy queda el Hotel Dann y cerca de la casa de Pelotera Velasco.

La parca también se llevó a dos primos, Darío Gómez Escrucería y Daniel Guillermo Escrucería Gómez, al igual que a Harold Sánchez ‘Pocillo’ y a César Augusto Arroyave, cuya camioneta Ford, panel del almacén El Volante de su padre, la vimos naufragar cerca a Entrerríos.

Se fueron sin despedirse, Martha Cecilia Sánchez Collazos, César Mejía Arango ‘Piñoño’, Luis Fernando Vela, Eduardo Mejía, el popular ‘Pipiolo’, Silvio Villegas Jaramillo y me dicen -sin confirmar- que José Antonio Mucuruza y Eduardo Vargas. Ojalá que no.

También entregaron su cuerpo a la voracidad de la tierra, Guillermo López Méndez, Bernardo Holguín García, Octavio Paz -el loco más cuerdo que conocí-, Armando Pardo, Eduardo ‘pichita’ Matiz, Néstor Toro Gómez, Iván Villegas Patiño, Iván Vélez, los Cabal de Editorial Alonso, y paro aquí no por sustracción de materia, sino, a Dios gracias, porque se me acabó el espacio.

PD: Lo anterior no significa que los que hemos sobrevivido hasta el momento, no estemos haciendo cola en la primera línea para abordar la nave del olvido. Así pues que, a meter papeles, a dejar todo arregladito, a disfrutar los días que quedan por vivir, y colorín colorado que este cuento se ha acabado.

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