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Alinear 10.000 jovencitos de un lado, para que se disparen mutuamente con 12.000 que están al frente pareciera de una crueldad inadmisible..

30 de noviembre de 2024 Por: Alberto Castro Zawadsky
Alberto Castro Zawadsky
Alberto Castro Zawadsky | Foto: El País.

Los americanos que todo lo abrevian, hablan de “nukes”, para referirse a las bombas nucleares. Con Ucrania calentándose muchos han vuelto a revisar los arsenales y el significado de una guerra nuclear, y así calcular cuántas veces se puede destruir el planeta con la “limitada colección” que lucen los 9 miembros del Club de Exterminio.

Desde las 20 de Corea del Norte hasta las 5977 de Rusia solo se puede meditar en cuánta estupidez hay que sumar para seguir caminando por el filo del precipicio. Un documental de Hiroshima, es espeluznante. No cabe en la imaginación, multiplicarlo por treinta mil. No puede ser que la suma de todas las arrogancias y ficciones de unos pocos puedan poner a la humanidad en riesgo de extinción.

Pero asusta revisar la historia de barbarie que han sido las guerras. Desde que los primeros grupos de machos inventaron historias para salir a matar al prójimo, primero con palos y cuchillos, y luego con fusiles, cañones, bombas y misiles demostraron que tienen una gran creatividad para mejorar la eficiencia en destrucción y muerte. Con visos de imbecilidad difíciles de creer.

Alinear 10.000 jovencitos de un lado, para que se disparen mutuamente con 12.000 que están al frente pareciera de una crueldad inadmisible pero es lo que se sigue repitiendo con tanques, artillería y bombardeos. Buena parte del oficio de la historia, ha sido contar los muertos, que guardan estrecha relación con el tamaño del monumento que sustenta el mito de la ‘Gloria’. No sea que las futuras generaciones entren en razón y dejen de matarse.

Por un tiempo se pensó que la cadena de horrores se vería interrumpida con la invención de los ‘nukes’ pues su uso no permite terminar en la victoria de un bando sino en un absurdo suicido colectivo, que se extiende a todo el planeta.

Pero ahí están, a un botón que puede activar el dedo inquieto de un enfermo mental que ha decidido creer la elaborada sarta de falacias de su distorsionada mente. ¡Imposible! nos repetimos mientras Kim y Putin siguen blandiendo sus cohetes.

Que la estupidez humana es infinita, ya lo dijo quien sentó las bases físicas para llegar a la barbaridad nuclear. Ojalá haya tiempo para educar en psicopatología para no seguir entregando poder a enfermos mentales, y que ellos puedan desarmar sus juguetes mortales mientras ellas se sientan a dialogar y cooperar.

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