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Armando Barona Mesa

Columnistas

¿Nueva constituyente?

Ah, las cosas del tiempo. Se está repitiendo todo ese episodio, invocando el llamado a una constituyente inconstitucional, con inclinación regionalista y Petro encima.

12 de abril de 2024 Por: Armando Barona Mesa

Tomás Cipriano de Mosquera era godo; y como tal fue elegido presidente en 1845 hasta 1849. Él era un hombre sin formación académica, pero de gran talento y empuje.

Desde temprano vislumbró las grandes obras que había que emprender en la Nueva Granada, en lo que quedaba de aquel largo siglo del 1800, casi todo el tiempo entregado a la guerra. Vio en su mente el canal de Panamá, los ferrocarriles, la navegación a vapor por el río Magdalena y el crecimiento del comercio. Y se pensó por aquellos que harían parte del llamado Olimpo Radical, que lo mejor para la economía granadina, en ciernes, era el llamado Laissez faire, laissez passer del liberalismo clásico francés y manchesteriano.

Podría agregarse que antes que todo, Mosquera era un comerciante, como su padre y sus viejos parientes. Y, por tanto, dentro de esas visiones, viajó a Nueva York y montó un negocio de compras y ventas de productos granadinos. Un negocio que prometía en perspectiva. Era el 1849. Pero debió regresar en 1854, cuando el estado norteamericano afrontaba la crisis que lo condujo a la guerra de secesión de 1861. Le había ido mal a Mosquera y había quebrado su sueño y su negocio.

Regresó sin aspavientos, se diría que para volver a comenzar. No fue grato ese regreso y debió de quedarse un tiempo en Bogotá, tratando de hacer política.

Sus relaciones con José María Obando, amigo de su infancia y pariente, se agrietaron de tal modo que un día Obando retó a duelo a Mosquera. Todo ocurrió atrás del actual cementerio. Ese día se sorteó por los padrinos quién disparaba primero. Obando ganó y enfurecido como estaba, apuntó con esmero delante de aquellos. La madrugada ardía del frío paramuno, en una mañana que apenas mostraba una luz opaca en toda la sabana. El tiro fue cambiado por el destino y por el viento. Mosquera salía triunfante. Obando miró a su enemigo con odio poderoso y le dijo: Maldito, dispara, aquí está mi pecho. Mosquera lo miró con desprecio y disparó al aire su pistola. Y a renglón seguido tomó su coche y partió, mientras Obando, que era valeroso y altanero, le descargaba los epítetos de su ira implacable.

Siendo conservador Mosquera, le mandó a decir a quien ya era el presidente de la República de su mismo partido, don Mariano Ospina Rodríguez, que estaba cansado y que le agradecería mucho que lo nombrara embajador en España. Don Mariano, igualmente soberbio, le mandó a decir que mejor se fuera para su finca en Coconuco, en orden a preparar su destino final.

Mosquera le mandó a decir: Me voy pero volveré. Llegado a Popayán buscó a Obando que era su vecino. Tocó a su puerta y cuando le abrió, se le fue encima en un abrazo. Le dijo: Soy liberal, y sígueme José María que vamos para la capital. Y se fueron juntos a la guerra. A Obando lo mataron miserablemente antes de Bogotá y escarnecieron sus bigotes que lanzaban al viento. Mosquera entró triunfante y vengativo. Y tomó el poder mientras Ospina garrapateaba un escape. Empero, estuvo preso en las Bóvedas de Cartagena y de allí logró seguir a Centro América.

Fue entonces cuando Mosquera llegó a la Convención de Rionegro convocada por él y salió aquella Constitución federalista que acabó con el Estado.

Ah, las cosas del tiempo. Se está repitiendo todo ese episodio, invocando el llamado a una constituyente inconstitucional, con inclinación regionalista y Petro encima. Tal vez este, en su delirio de grandeza, se sienta Mosquera y busque acabar con todo el bagaje jurídico colombiano. Entonces arremete de frente contra las grandes mayorías del país. Maduro es su ideal. ¿Podría lograrlo? Bueno, como escribieron los griegos ante los persas: Sí... si...

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