Mucho tráfico y pocos parqueaderos

Organizar el tráfico de la ciudad requiere orden, pero también creatividad en las soluciones. Es frecuente que se critique a quien se propone ordenar la casa y para ello debe penalizar las violaciones; somos cómodos, queremos cuadrar al frente de los negocios y caminar poco; enloquecemos con la cantidad de motos, nos cae gordo el cuidador de carros y protestamos porque las calles de tres carriles se han reducido a uno solo porque en los dos carriles laterales hay vehículos cuadrados. ¿Quién nos entiende? Hacemos parte de una ‘polis’ en la que la sana convivencia debe nacer del respeto por los demás para que a mí me respeten. Conducir, caminar y parquear con tranquilidad debe hacer parte de esa cotidianidad.

Otra contradicción: Recuerdo la época en la llegamos a odiar a Alberto Hadad, entonces secretario de Tránsito. Era implacable su sed sancionatoria, pero al final terminamos añorándolo, pues con su despedida regresó el despelote. Tanto se valoró su trabajo que llegó a ser precandidato a la Alcaldía. En una ciudad donde la autoridad es débil se requiere de alguien que no tema imponerla. Esa comparación la reitero frente a los críticos de Gustavo Orozco, actual secretario de tránsito. El discurso del orden y la seguridad ha hecho parte del ADN de Orozco y ha sido consecuente. Lo percibo honrado y valiente, pero la fase de educación y sanción debe ir acompañada de soluciones prácticas y no las estoy viendo aún.

Doy ejemplos: parquear en San Antonio, en El Peñón o en Granada se ha hecho imposible. Los restaurantes exitosos como ‘Storia d’amore’, los del hotel Intercontinental o los ubicados en los centros comerciales le deben su alta ocupación no solo a su calidad gastronómica, sino a tener grandes parqueaderos. ¿Y los demás restauranteros y establecimientos? ¿Aquellos que no tienen cómo invertir en el terreno, sino que deben concentrar sus recursos en sus insumos, mobiliario, servicio, decoración o inventarios?

Confieso que me conmovió mucho esta semana un grito de angustia en redes que hizo Coky Sanz, el dueño de ‘Monchis’, para mí una de las mejores cocinas de Cali: “Por primera vez en 20 años nadie vino a almorzar a mi restaurante porque no pudieron parquear”. ¡No puede ser! Y así cada uno tiene un anecdotario de todo lo que no podemos comprar, desde comida hasta ropa, gimnasio, droguerías, etc., por temor a encontrar el carro con cepos, multas o desvalijado por delincuentes.

Ahora vamos a la creatividad. Esos polos de comercio y entretenimiento, junto con muchos otros que tiene la ciudad, carecen de parqueaderos. Se debería avanzar en un Acuerdo en el Concejo para generar estímulos trinitarios a quien haga buenos parqueaderos. Esto coincide con la cantidad de casonas abandonadas, inmuebles deshabitados por años, cuya fachada se volvió la guarida de indigentes, consumidores de droga y delincuentes que han convertido muchas zonas de la ciudad en muladares.

He visto las fotos y propuestas de Alfredo Carvajal al alcalde Eder para que se grave con mayor impuesto predial a quien tenga la fachada en estado lamentable como sucede en muchas ciudades del mundo.

Voy más allá: ¿qué tal si muchos de esos inmuebles hicieran parte de patrimonios fiduciarios a los cuales el dueño del predio aportara el terreno, las fiduciarias el capital y operadores acreditados en el manejo de parqueaderos, invirtieran y los manejaran rentable y profesionalmente en beneficio de la ciudad y del fondo inversionista? Todo parte de los incentivos tributarios en zonas de estratégico crecimiento comercial y de entretenimiento.

Mientras llegan las vías, demos soluciones de corto plazo como la construcción de buenos parqueaderos y así evitamos la quiebra de los negocios y estimulamos a Cali como la próspera capital de la alegría.