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Mucho más que Venezuela

Hoy, la guerra ya no es solo combate prolongado, sino influencia, despliegue estratégico y dominio militar expresado como advertencia.

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Ricardo Villaveces Pardo.
Ricardo Villaveces Pardo. | Foto: El País

29 de nov de 2025, 03:17 a. m.

Actualizado el 29 de nov de 2025, 03:17 a. m.

Son muchas las preguntas que el mundo se hace alrededor del despliegue militar norteamericano en el Caribe y sobre sus consecuencias tanto en Venezuela como en la región. Es difícil predecir el resultado, pero puede llegar a ser el detonante de un cambio de régimen que, de ocurrir, ojalá no sea traumático con las repercusiones que podría tener sobre Colombia. Con un presidente como Trump se puede pensar que es otra de sus bravuconadas y que todo puede terminar en un gran fiasco. Si al asunto se le pone un poco de perspectiva, las conclusiones pueden ser, sin embargo, diferentes.

La historia de Estados Unidos está marcada por la guerra. Desde su independencia, el país construyó buena parte de su identidad a través del uso, la amenaza o la preparación del poder militar. Las guerras del siglo XIX permitieron su expansión territorial; la intervención en la Primera y, sobre todo, en la Segunda Guerra Mundial consolidó su rol de gran potencia global. Luego, durante la Guerra Fría, con el argumento de contener al comunismo, termino involucrado en Corea, Vietnam, Afganistán, Irak, lo que muestra que, más que episodios aislados, la participación militar estadounidense ha sido una constante de su política exterior.

La invasión a Irak en 2003, bajo el discurso de la seguridad global, puso de relieve cómo podían actuar unilateralmente y modificar el orden internacional sin consenso e, incluso, sin declaratoria de guerra por parte del Congreso.

Trump, en su primer mandato, y ahora como figura dominante del republicano promedio, ha defendido la idea de evitar “nuevas guerras inútiles” y ha criticado el gasto excesivo en conflictos que no benefician directamente a Estados Unidos. Sin embargo, ha expresado vehementemente su admiración por el presidente McKinley, símbolo del imperialismo norteamericano, y son muchas las veces que ha manifestado su actitud expansionista. Solo recordar los casos del Golfo de México, Canadá, Panamá y Groenlandia dejan claro que es por la vía de la fuerza y de su poder militar que pretende ejercer ese papel. Renombrar el Departamento de Defensa como Departamento de Guerra deja ver su interpretación de que la fuerza militar no se justifica como defensa global de valores democráticos, sino como instrumento explícito de interés nacional y herramienta para lograr beneficios para ese país.

La iniciativa Southern Apear ilustra esta nueva lógica. Bajo el argumento del combate al narcotráfico, la amenaza migratoria y el riesgo de inestabilidad en el Caribe, Washington ha impulsado un despliegue sin precedentes de unidades navales, aéreas y de inteligencia en la región. No se trata de una ocupación ni de replicar modelos como Irak o Afganistán, sino de proyectar capacidad militar de manera preventiva, flexible y focalizada. En vez de largas guerras con bases permanentes, se apuesta por operaciones de alta tecnología, alianzas condicionadas y acciones de disuasión rápida.

Estados Unidos dice querer menos guerras, pero se prepara para un mundo en el que la fuerza vuelve a ser decisiva, especialmente frente a China y Rusia y que mejor que recordarle al mundo que esta región es su “patio trasero” y que aquí las reglas de juego serán las que ellos determinen. Hoy, la guerra ya no es solo combate prolongado, sino influencia, despliegue estratégico y dominio militar expresado como advertencia. El poder armado estadounidense no se retira: cambia de forma y lo que viene ocurriendo en el Caribe tiene consecuencias mucho más profundas que el solo caso de Venezuela.

Ingeniero industrial, Presidente de Asocaña por casi veinte años, consultor privado y miembro de múltiples juntas directivas en los sectores financiero, industrial, energético, servicios, educativo y de investigación. Escribe para El País hace más de veinte años.

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