Columnista
Mucho más que Pablo Escobar
Necesitamos más jóvenes como Sarah que multipliquen discursos que no desconocen lo que vivimos y seguimos viviendo...
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19 de oct de 2025, 01:03 a. m.
Actualizado el 19 de oct de 2025, 01:03 a. m.
Cuando una joven caleña es capaz de decirle al mundo que en Colombia somos mucho más que Pablo Escobar hay que aplaudir de pie. No porque pretendamos negar la historia que nos correspondió, o porque creamos que vivimos en el país de las maravillas, sino porque sus palabras trascienden la retórica trágica que tanto ha alimentado el estigma que persigue a los nacidos en esta tierra a donde quiera que vayan. Y en esa trascendencia franca y creativa hay un poder que transforma y que abraza la esperanza y la posibilidad de contarnos y vernos de una manera distinta.
Su nombre es Sarah Macías Garzón, es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Autónoma de Occidente y el 7 de octubre se coronó campeona del Mundial de Oratoria, superando a más de 400 participantes de 22 países con su inspirador discurso ‘La belleza de Colombia’ que no ignora el conflicto que hemos vivido, la violencia bipartidista, las nueve millones de víctimas que nos han dejado décadas de guerra; pero antes que rendirse ante ello, prefiere exaltar todo aquello que nos hace grandes, la biodiversidad, la cultura, la vida.
La provocadora alusión del inicio de su discurso en torno a lo que ocurre cuando nos cuentan quienes no nos conocen y el quedar reducidos a un titular o a una serie de Netflix que exalta el nombre de Pablo Escobar, nos recuerda las decenas de series que se respaldan en que hay que retratar nuestra historia, cuando en verdad lo que han elegido es resaltar la criminalidad y proezas de un monstruo para enriquecer sus bolsillos y acostumbrar a la audiencia al morbo imposible de sepultar, porque es un modelo exitoso.
El nombre de Pablo Escobar aparece en más de 45 millones de contenidos en Google y hoy, muchos años después de su muerte, sigue siendo un lucrativo personaje para quienes venden camisetas con su nombre, toallas en las playas de la Florida, vasos con su foto sonriente, en Europa; nombre de bares en lugares inverosímiles y el referente obligado de un corto diálogo expandido: “¿de dónde eres?, soy de Colombia, ¡Ah, Colombia! Pablo Escobar”.
Aborrezco la zaga de ‘Narcos’, ‘Las muñecas de la mafia’, ‘El Capo’, ‘El cartel de los sapos’ y todo aquello que huela a Escobar, como sé les pasa a muchas personas y como sé también les encanta a otras. Entonces, que una jovencita que no vivió la cruenta guerra del narcotráfico nos venga a recordar, de una manera asertiva y contundente, que ese capítulo trillado es una historia frente a las de más de 50 millones que existen en el país, nos deja una gran lección.
Porque una cosa es el documento histórico y el trabajo serio periodístico y otra el abuso de series narco que por más cuento que nos quieran meter solo buscan dinero, además de fomentar la cultura enquistada que nos quedó en la estética, la palabra y la anarquía en tantos espacios cotidianos.
Entonces, el volver al discurso de la buena Sarah, que esta semana ha sido protagonista del orgullo caleño, lo que nos queda son enseñanzas que deben ir más allá de la noticia de su triunfo. ¿Qué tal si las universidades y los colegios proponen una cátedra de narrativa que se salga de los lugares comunes para innovar en la historia que construye? ¿Qué tal si se diseñan políticas que fomenten la capacidad de contarse desde el potencial y la fuerza y no desde la ‘narco miseria’?
Necesitamos más jóvenes como Sarah que multipliquen discursos que no desconocen lo que vivimos y seguimos viviendo, pero que son capaces de ver la profundidad del bosque, más que el árbol caído que tanto nos gusta ensalzar. @pagope

Comunicadora Social - Periodista y Docente de la Universidad Autónoma de Occidente. Caleñísima. Con 26 años de experiencia en una sala de redacción. Entiende el periodismo como una pasión, pero sobre todo, como una manera de transformar y servir a la sociedad. Ciudad, paz, género y niñez, los temas que le apasionan.
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