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Con la caída del bailódromo en Cali, algunos municipios como Tuluá solicitan...

2 de febrero de 2017 Por: Medardo Arias Satizábal

Con la caída del bailódromo en Cali, algunos municipios como Tuluá solicitan ahora recursos para abrir un marihuanódromo, o sea, un lugar donde los consumidores del Cáñamo de la India puedan hacer volutas en medio de alamedas vigiladas por la Defensa Civil y acompañadas por la Secretaría de Salud.La idea del alcalde Gustavo Vélez Román es procurarle al fumador un espacio de solaz y tranquilidad donde ninguna autoridad pueda perturbar ese momento de éxtasis, cuando la hierba hace ver girasoles girantes en medio de los árboles y la presencia de un policía pidiendo los $198 mil de multa, se convierte en prosaica interrupción al libre desarrollo de la personalidad.Con el proceso de Paz y la llegada de Trump a la Presidencia de Estados Unidos, se ha acelerado la compulsión colectiva por la maracachafa. Ya hasta el Nadaísmo retornó, triunfante, y muchachos que no estaban ni en los cachos de la luna cuando Gonzalo Arango publicó su Manifiesto, andan ahora con los libros del Monje Loco y de Jotamario debajo del sobaco. Ya se realizó una cumbre en Bogotá y otra en Medellín; hay chicos discutiendo en las bibliotecas. Hablan con empeño de la Internacional Nadaísta. En medio de este renovado fervor, sería de justicia no olvidar a Alberto Rodríguez Cifuentes, El Nadaísta de Cartago, un excelente poeta. El Ministerio de Cultura reeditará seguramente ‘Islanada’, ‘El poeta en su casa’ y los versos que escribió Aliocha en San Andrés en compañía de Angelita, la inglesa que lo matriculó en la doctrina de Jesús.La marihuana es religión en Jamaica. Existen ahí unos santones que fuman a diario unos tabacos del tamaño de un salchichón. Por todo el Caribe, en Cuba y Puerto Rico, se han fundado verdaderas iglesias a torno al culto marihuanófilo. Una de las primeras acciones de la revolución cubana fue cerrar el barrio de Zanja, el distrito chino donde no sólo se fumaba Cannabis, sino también opio. En Borinquen, Daniel Santos, a quien apodaban ‘El Jefe’, fue en varias ocasiones a la cárcel por posesión de marihuana. Alguna vez en el puerto, en un Teatro Buenaventura a reventar, el Inquieto Anacobero le pasó a su compadre Tito Cortés un pedacito de tela verde, con una invocación que todo el mundo entendió. El aplauso reventó cuando empezaron a cantar en coro: “Y qué mi socio/ y qué mi hermano/ qué pasa que no te veo hace más de cinco años…”.Tito, a quien llamaban ‘El Ciclón del Pacífico’, también tenía su propia religión. Usaba camisas con tigres en la espalda. Así llegó en una ocasión a la redacción del diario Occidente. Al inquirirle el reportero por la fumata, se limitó a decir: “No tengo ni la más remota idea de lo que es la yerba maldita…”.Tito gustaba de cantar en pequeños sitios, en tiempo de feria, y era placer para él que alguien le pidiera fuego para encender un cigarrillo. De los bajíos de Nueva York, le habían traído un reloj que tenía encendedor. Con el chasquido, continuaba cantando ‘Derrumbes’, ‘Alma tumaqueña’ o ‘Diablo’, la canción donde la carcajada del viruñas se la hizo el célebre portero del América, ‘La Sombra Martínez’.El finado Bob Marley y Daniel Santos deben estar pellizcándose en sus tumbas al saber cuánto ha cambiado el mundo desde que se fueron. Ahora los alcaldes piden la creación de marihuanódromos y en Colombia se dan plantones y fumatones para protestar por la multa del nuevo Código de Policía. Si además de eso el fumador no porta cédula y lo pillan orinando contra un árbol, la falta se triplica.Desde el norte del Valle lanzan, pues, una de las propuestas más modernas que conozca el continente. Ni en California, en los días del tulipán alucinado, habían pensado en esto, aunque ya Miranda y Corinto tienen cooperativa para producir la mona con fines terapéuticos.Sigue en Twitter @cabomarzo

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