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Los acomodados

Parientes lejanos de los mantenidos han heredado de estos el ‘camaleonismo’ que les permite sobreaguar en aguas tempestuosas, pegados como mocos y bailando al son que les toquen.

28 de enero de 2019 Por: Mario Fernando Prado

Crece el número de personas que ante su incapacidad de tomar posiciones, de dar opiniones, de decir no cuando todos dicen sí, de sentar precedentes e ir -así estén equivocados- en contra de la corriente, prefieren pasar de agache en una actitud oportunista, conscientes que más temprano que tarde se arrepentirán de haber pertenecido al rebaño de los borregos a los que compran y apaciguan con platos de lentejas.

Parientes lejanos de los mantenidos han heredado de estos el ‘camaleonismo’ que les permite sobreaguar en aguas tempestuosas, pegados como mocos y bailando al son que les toquen. Y es que más que lagartos y bufones, se las arreglan para quedar bien con todo el mundo, mundo que ya los conoce y los repudia.

Los acomodados están con los derechistas y con los zurdos y a los unos y a los otros les rinden pleitesía. Se arropan en las derechas siendo sus áulicos y sobachaquetas pero le marchan al mamertismo disfrazados de intelectuales de los 80 y son maestros en tirarle piedras al régimen y patean y patean impunemente las loncheras sin que nadie los desenmascare.

Por ello, los acomodados son fácilmente manejables. Se les calla con un abrir de ojos, o una simple réplica cuando no con un bom bom bum o una invitación a comer mazamorra. Tal es su poca valía que al menor llamado entran ipso facto a formar parte de los ejércitos grises de esas masas que se dejan llevar por los vientos para no afrontar las tempestades.

Con disculpas como hay que dejar vivir para poder vivir, no expresan jamás su criterio y si lo hacen, rápidamente reculan y proceden a quemarle incienso al que minutos antes le iban a meter candela.
Los vemos en las empresas en donde asumen el papel de ‘yes man’, pegados de las faldas de sus superiores. Los hay también en las familias en las que son unas veletas disfrutando del sol que más calienta, los leemos, los oímos y los vemos en el periodismo en los que posan de lo que no son, y sobre todo en la política en la que son campeones del arrime y la desvergüenza.

Los acomodados no tienen empacho en ser del uno un día, y al otro día amanecer entrepiernados con su contradictor. Además de corruptos, los acomodados son una plaga adicional que se compra con canonjías, dádivas y mermeladas. Es su manera de subsistir y pasar la vida de turistas de distintos toldos partidistas.

Muy diferentes a los recostados a los que hay que asegurarles techo, salud y los tres golpes, los acomodados gozan de un estatus especial ufanándose siempre de que sus distintas posiciones son producto de la reflexión y de las circunstancias porque como dicen, el mundo es cambiante y hay que cambiar con el mundo.

Nos rodean los acomodados. Nada qué hacer. Vivimos entre ellos que ya son una legión inexpugnable mucho más allá de los importaculistas quienes simplemente dan un paso al costado para que todo suceda.
En cambio, los acomodados se pegan y comulgan a su mejor conveniencia chupándoles la sangre a quienes adulan así mañana los traicionen y apuñalen.

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