Los 7 pecados

En un contexto de dificultad y turbulencia que nos llena de incertidumbre, y donde vemos cada vez con mayor frecuencia que las enfermedades mentales y emocionales están a flor de piel, liderar se hace cada vez más complejo. El liderazgo actual requiere de lo mejor de cada uno para mantener un mensaje de esperanza y enfocarse en que superar las dificultades es posible solo si trabajamos con dedicación y esmero, en unión y con visión colectiva.

Por lo general, nos enfocamos en destacar los aspectos positivos que deben desarrollar los líderes para inspirar a sus equipos. Hoy merece reflexionar también sobre aquellos aspectos que pueden desenfocarnos en ese propósito. En ese sentido, me ha parecido muy interesante la reflexión que hace el psicólogo y conferencista Efrén Martínez, en su libro de 2024, Los 7 pecados del líder, donde nos invita a mirar de frente —sin culpa, pero con coraje— los pecados contemporáneos del liderazgo. Son formas muy humanas de perdernos de nosotros mismos cuando asumimos la responsabilidad de guiar a otros.

Según Martínez, los mayores obstáculos del liderazgo no están afuera. No están en lo económico, ni en el presupuesto limitado, ni en el entorno competitivo, ni en las dificultades que vivimos en el contexto actual, ni en los equipos difíciles y sus disímiles aspiraciones y comportamiento generacionales. Las limitaciones del líder están dentro de cada uno. Son patrones mentales, emocionales y de comportamiento que repetimos una y otra vez hasta hacer mella en la confianza, en el propósito y en la capacidad de inspirar. Y a estos les llama “pecados capitales del líder”.

Estos siete comportamientos frecuentes limitan la efectividad y la autenticidad del liderazgo, según Martínez: 1. Falta de autoconocimiento o liderar sin comprender las propias emociones, motivaciones y límites. Nadie puede liderar a otros si no se conoce a sí mismo, lo que le permite tener claridad de cómo y hacia dónde dirigir el barco; 2. Mentalidad imposibilista, que todo lo ve de una manera pesimista. Mantener una actitud positiva y resolutiva de las cosas aumenta las posibilidades de encontrar soluciones; 3. Soberbia, creer que uno se las sabe todas, ignorando las opiniones de otros y desconectándose del equipo, lo que no permite vislumbrar otras perspectivas para el logro de los objetivos; 4. Perfeccionismo, obsesionado con la excelencia al punto que puede más el miedo a fracasar, bloqueando la acción, en vez de permitirse aprender de los errores; 5. Complacencia excesiva, buscando agradar a todos y evitar conflictos; 6. Timidez que no le permite expresar ideas o tomar riesgos por miedo al rechazo o a la crítica; y 7. Falta de propósito o sin sentido, cuando la meta es el único objetivo y no se disfruta del camino.

La buena noticia es que estos ‘pecados’ no son una condena. Efrén Martínez lo plantea con claridad: Reconocerlos es el primer paso para transformarlos, desde un lugar más honesto y humano. Desde el deseo de vivir y liderar con sentido, empezando por mirarse uno a sí mismo como líder, no con ego ni con arrogancia, sino con una mirada humilde, abierta y dispuesto a aprender y desaprender, pero sobre todo encontrándole sentido y disfrutando el camino.

Creo que reflexionar sobre esto nos plantea una oportunidad de avanzar en un liderazgo maduro, consciente y con propósito, que busque ir más allá de las metas; un liderazgo que puede ser imperfecto, pero con el poder de humanizar, de generar confianza y de sostener proyectos, conectando las acciones con un significado. Porque al final, liderar no es mandar, es, desde la empatía, convencer a otros de trabajar unidos en pro de unos mismos objetivos y disfrutarlo.

@juanes_angel