Columnista
Lamentable
Es muy triste que en Colombia la incertidumbre y las preocupaciones provengan, en gran medida, de los comportamientos erráticos e incomprensibles del presidente.
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1 de nov de 2025, 02:52 a. m.
Actualizado el 1 de nov de 2025, 02:59 p. m.
En un mundo tan convulsionado como en el que hoy vivimos habría muchas razones para la preocupación y el desasosiego. Esto les ocurre a una gran cantidad de habitantes del planeta: en algunos casos, por los riesgos crecientes de conflictos bélicos; en otros, por enfrentamientos étnicos o religiosos; y en muchos más, por las amenazas de desastres derivados de las impredecibles fuerzas de la naturaleza.
Es muy triste, entonces, que en Colombia la incertidumbre y las preocupaciones provengan, en gran medida, de los comportamientos erráticos e incomprensibles del presidente. Quien debería representar la unidad de la Nación, ser su aglutinador y digno representante en el escenario mundial, resulta hoy todo lo contrario.
Se trata de alguien que muestra poco interés en gobernar y trabajar por el bien común, y que solo parece interesado en dividir y polarizar en ese papel de activista que, sin duda, sabe desempeñar. Resulta paradójico, por otra parte, que quien se ve a sí mismo como el salvador y líder de la raza humana haya terminado siendo motivo de burla para muchos, con sus estrambóticos planteamientos —como el de eliminar la ‘i’ para volver lícito lo ilícito— o con sus divagaciones galácticas y sobre las matemáticas cuánticas.
Ese tipo de cosas el mundo puede verlas como resultado de un mandatario pintoresco en un país tropical; pero cuando, por sus errores -como en el caso de la llamada ‘paz total’, o por su irresponsabilidad, como ocurrió con sus arengas hacia los militares norteamericanos (si es que no hay cosas más graves)- termina sin visa e incluido en la lista Clinton, el problema adquiere otro carácter.
Las repercusiones pueden ser muchas y de muy diversa índole. Solo pensar en el daño reputacional que le causa al país, o en las consecuencias que puede tener en materia de inversiones, muestra lo grave de lo sucedido. Él, sin embargo, mantiene su posición de confrontación y, como muchos ya lo han dicho, posiblemente lo hace buscando los réditos electorales que esto le puede traer. Ser la víctima del imperialismo, sentirse el David que lucha contra Goliat, debe exacerbar su narcisismo sin que le preocupen las consecuencias para Colombia.
Muchos de sus fanáticos seguidores encontrarán en esto excusas para no reconocer sus errores, aumentando el riesgo de un triunfo electoral de ese grupo si quienes no comparten la locura en que nos ha metido no actúan con seriedad, dejando de lado los egos y vanidades que impiden construir los consensos que, en el fondo, la mayoría seguramente comparte.
Las turbulencias originadas por Petro seguirán hasta el fin del gobierno, y no se puede caer en su juego de permitir que dominen la conversación nacional. Lo que hay que pensar es en la conformación de un Congreso con gente sensata y en la necesidad de llegar a las elecciones presidenciales de la forma más cohesionada posible. El petrismo representará, sin duda, un serio riesgo, y no es nada improbable que logre llegar a la segunda vuelta con todo el aparato del gobierno, sumado al favor que le ha hecho Trump al convertir a este señor en víctima del ‘imperio’.

Ingeniero industrial, Presidente de Asocaña por casi veinte años, consultor privado y miembro de múltiples juntas directivas en los sectores financiero, industrial, energético, servicios, educativo y de investigación. Escribe para El País hace más de veinte años.
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