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No se trata tampoco de tener la explicación clara y expedita de este maravilloso misterio de amor y de salvación que encierra en sí la Trinidad misma. | Foto: Getty Images

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La santísima trinidad, un misterio que salva

Luego la creación misma, y de manera especial el hombre creado a su imagen y semejanza. Sí, la creación entera está pensada por y para el amor.

25 de mayo de 2024 Por: Arquidiócesis de Cali

Para comenzar, tendremos que decir que en la religiosidad popular no está tan olvidada la «devoción» a la Santísima Trinidad. Y digo devoción entre comillas, porque corremos el riego de que esta devoción no confronte nuestra vida, ni nos diga mucho. No se trata tampoco de tener la explicación clara y expedita de este maravilloso misterio de amor y de salvación que encierra en sí la Trinidad misma.

Tampoco nos podemos quedar solo con decir que Dios es Uno y Trino: un solo Dios y tres Personas distintas, y tal como lo escucharemos en el prefacio de la celebración de esta solemnidad: «Que con tu único Hijo y el Espíritu Santo, eres un solo Dios, un solo Señor, no una sola Persona, sino tres personas en una sola naturaleza».

Teniendo como premisa que es un misterio insondable, o sea que no se puede penetrar, sí es necesario, acercarse a él, pues en este misterio grande y profundo, está enmarcada toda nuestra vida.

En los inicios de nuestra vida cristiana, fuimos bautizados «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» y al final, esperamos que alguien nos despida en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Con esta misma invocación el cristiano piadoso comienza su día y así mismo lo concluye: en nombre de la Trinidad.

Todos los sacramentos, toda celebración, también es de la Eucaristía, comienza y concluye así mismo. Salimos de casa, pero antes la bendición, a veces pedida a nuestros padres. Para los grandes actos de vida cristiana, también la invocación de la Santísima Trinidad.

Por todo lo anterior, podemos decir que el misterio de la Trinidad acompaña toda nuestra existencia. Lo que nos ayuda a comprender, si no su profundidad, sí su misión y su presencia en nuestra vida y en la vida de la Iglesia.

Ahora, es necesario estar ciertos de que creemos en la Trinidad, porque creemos que Dios es amor. La revelación de Dios como amor, hecha por Jesús, ha «obligado» a admitir la Trinidad. No es una invención humana. Y desde toda la eternidad ese amor se dona, se correlaciona en la Trinidad misma, pues no se podría decir que Dios es amor, si ese amor no «sale» de sí mismo, y justo es entre las Tres Personas de la Trinidad que el amor se da, se dona. Y ese amor del Padre y del Hijo, es justamente el Espíritu Santo. Porque en el amor hay siempre tres realidades: el que ama, el que es amado y el amor mismo.

Luego la creación misma, y de manera especial el hombre creado a su imagen y semejanza. Sí, la creación entera está pensada por y para el amor.

En conclusión, el Dios nuestro, cristiano, es Uno y Trino, porque es comunión de amor. Y la imagen que más se le acerca es la de la familia (cuando lo es tal). Así pues, es la imagen menos imperfecta: un padre, una madre, un hijo, unidos por el amor. Son distintos, pero son una sola familia: comunidad de vida y de amor.

A la Trinidad beatísima encomendemos nuestra fe, nuestra vida cristiana y nuestras familias.

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