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¿La ira nos gobierna?

No podemos quejarnos de la intolerancia de otros sin haber revisado, primero, nuestras explosiones de rabia.

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Gloria H.
Gloria H. | Foto: El País.

18 de nov de 2025, 01:17 a. m.

Actualizado el 18 de nov de 2025, 01:17 a. m.

La ira es una de las emociones más poderosas y, por tanto, peligrosas, porque con ira no se puede pensar. La ira es como una droga que transforma la conducta humana, hasta el punto que ver a un conocido iracundo, es casi como encontrarse con un extraño. ¿Qué se hizo la persona que yo conozco, puesto que este iracundo es un total desconocido? Ese desbordamiento de emoción difícilmente puede ser controlado desde afuera. No hay razonamiento posible. Por ello, un golpe, una patada, un puño, una bala, pareciera que fueran la única manera de frenar ese derrame.

Las emociones son vibraciones de una frecuencia que no encajan con la razón. ¡Es imposible! Entonces, frente a un iracundo, alejarse, evadir, ‘tragarse’ la posibilidad de querer imponer la razón, porque cada palabra que pronuncie es, o un desgaste, o combustible para el incendio. Un iracundo es un salvaje sin límite. Responder, no dejarse, es incrementar el fuego… ambos pierden, el que incita y el que contesta.

Aún más en nuestra cultura de intolerancia, ambos pueden morir. Lo que sorprende es que nunca, nunca, nos educaron para manejar ese guerrillero interior. Muchas generaciones se educaron sin una cátedra o taller o ejercicio de manejo de la frustración que permita sentir la ira pero saberla expresar. Nadie está esperando que no se sienta, es absurdo. Pero sí hay que educarla. Cuando nos llenamos de ira desbordada, es como si quisiéramos gritarle al mundo que “no me merezco esta frustración”, “por qué me hacen eso”, “es una traición”, como si estuviéramos vacunados contra los imprevistos. Cuando la ira nos domina es como si estuviéramos compitiendo con Dios: no hay derecho a que me traten así. Pregunta humana, ¿por qué no?

Ira, rabia, odio, rencor, resentimiento, venganza, todas facetas de una misma emoción que cada día se multiplican más, porque en este mundo del éxito y la apariencia, no estamos preparados para los errores, ni los fracasos, ni las injusticias. El daño más grande que ha podido hacer la cultura es creer que se puede construir un mundo impecable, que existe un ‘afuera’ perfecto donde no se dan inconvenientes. El Banco que falló, la medicina incompleta, el envío que no llegó a tiempo, el mensajero que se extravió, la preferencia por el otro (menos capaz), mi pareja que intentó cambiarme, el cobro excesivo que no esperaba… en fin hay tantos y tantos inconvenientes, pero creemos que son ‘contra nosotros’, una injusticia, que no lo merecemos y entonces la ira es la emoción para cobrar la realidad de un mundo que no esperaba. Y quien lo creyera, las ilusiones o las expectativas también se convierten en un potencial de ira cuando se alcanzan o no se cumplen. El presente, el aquí y el ahora, puede ser un contenedor de emociones desbordadas, que nos ayuda a vivir con los pies en la tierra. Pero hay que aprender a ver de otra manera.

La ira está ahogando al mundo, pero no será el mundo, afuera, el que cambie. En definitiva, el mundo somos usted, yo, el vecino, el de al lado. No podemos quejarnos de la intolerancia de otros sin haber revisado, primero, nuestras explosiones de rabia. Salir de la casa ‘cargado’ o permitir que los míos salgan al exterior llenos de ira, porque en familia ni siquiera nos podemos hablar, no solo es una conducta hipócrita sino infantil. Empieza por ti, empieza por revisar tus dosis de intolerancia. Entonces, solo si soy consciente de mi ira desbordada, podré empezar a intentar aprender a controlarla. El remedio empieza por casa…

Psicóloga, conferencista de temas de pareja, cambio y espiritualidad. Licenciada en Letras. Directora de los programa de televisión “Revolturas, Despertar de la Conciencia” en el Canal 14, y "Consultándole a GloriaH" en el Canal 2 en Cali. Colaboradora habitual de la radio en “Oye Cali”, “El corrillo de Mao” . En 2009, ganó el premio Rodrigo Lloreda Caicedo a la mejor columna de opinión en El País. Autora de los libros “Hablemos del Amor” , "Amarte no es tan fácil" y “Dónde esta mi papᴔ.

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