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Sembrar el crecimiento

El contexto global en el que los ataques al libre comercio y a la integración han generado incertidumbre, obligó al Fondo Monetario Internacional a revisar recientemente a la baja las previsiones de crecimiento mundial.

18 de octubre de 2019 Por: Julián Domínguez Rivera

El contexto global en el que los ataques al libre comercio y a la integración han generado incertidumbre, obligó al Fondo Monetario Internacional a revisar recientemente a la baja las previsiones de crecimiento mundial.

Un caso dramático es el de América Latina que solo lo hará en un 0,2%. Con todo, son de resaltar las positivas proyecciones de crecimiento para Colombia con 3,4%, Perú con 2,6 y Chile con 2,5%.

A estas perspectivas se une otro factor de preocupación que es el debilitamiento de instituciones clave para el equilibrio y el crecimiento, como aquellas que promueven el multilateralismo, como la Organización Mundial del Comercio, como consecuencia del desconocimiento de las reglas que llevaron a su creación, lo que podría traducirse en que la ley de la selva reine en el comercio global.

En este marco, una de las preguntas que venimos haciéndonos es por qué es tan difícil para nuestros países crecer de manera sostenida.

Una de las explicaciones más acertadas la dio en días pasados Brian Winter, uno de los mejores analistas de América Latina, en el Congreso de Confecámaras. Dice que la causa está en que no hemos sembrado las bonanzas, convirtiéndose en oportunidades perdidas.

De acuerdo con el experto, tras haber realizado un análisis económico, político y social de América Latina durante los últimos 10 años y compararlo con economías con crecimientos superiores al 6%, como los países asiáticos, la diferencia la ha hecho el nivel de inversión por cuanto la región no ha captado suficientes flujos de capital ni conocimiento, indispensables para alcanzar saltos trascendentes.

Según el BID, si América Latina hubiera invertido al menos un 7% del Producto Interno Bruto en 2017, podría haber logrado un crecimiento seis veces más alto.

Salir de esta ‘trampa del crecimiento’ es esencial no solo para hacer una transformación en el desarrollo, sino para generar bienestar en la población y, de esta manera, evitar que la crisis económica sea caldo de cultivo para el populismo con sus nefastas consecuencias, como la lamentable crisis que vive Venezuela.

La actual es una época de convulsión social, en donde se requiere un liderazgo conectado con acciones y narrativas que promuevan el crecimiento, para contrarrestar a quienes buscan manipular los inconformismos presentes, sobre todo en las nuevas generaciones.

Las dificultades fiscales en los países de la región obligan a que el estado de bienestar construido en épocas de bonanza, en buena parte de los casos a partir de subsidios y no de sembrar el desarrollo, se deba desmontar, generando inconformidad social, como ocurrió en Ecuador.

Preocupa también que la percepción sobre la democracia en América Latina esté en retroceso. Los niveles de satisfacción con la democracia pasaron de alrededor de un 45% en la región en 2010 a menos de un 25% en 2018, según medición citada por Winter, quien agrega que los países que han perdido la democracia son los que más la valoran: hoy es Venezuela donde se registra una mayor valoración por la democracia, con cifras por encima del 75%.

En este marco, el gran reto de nuestra región es superar el círculo vicioso que nos encierra en un bajo crecimiento y que amenaza el fortalecimiento de la democracia por cuenta de los populismos. Estos retos demandan apoyarnos en instituciones multilaterales para establecer estándares y vías comunes para un mayor desarrollo.

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