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“Garganta profunda”

“Murió mientras trataban de resucitarla”, respondió el acongojado y virtuoso Larry Marchiano,...

20 de agosto de 2013 Por: Jotamario Arbeláez

“Murió mientras trataban de resucitarla”, respondió el acongojado y virtuoso Larry Marchiano, segundo esposo de Linda Boreman, en traducción de María Angélica Forero, a la pregunta de Julito Sánchez en la FM, la mañana del 25 de abril de 2002. ¡Cómo olvidarlo! Se había estrellado en su auto, en la Norteamérica que la hizo millonaria predicando con el ejemplo, quien en el mundo del celuloide porno se hizo llamar Linda Lovelace, estrella de la cinta Garganta Profunda, la versátil actriz de un papel poco higiénico por cuya boca se nos volvía agua el grifo en empezando la década del 70, consagrada por una máxima pirueta sin efectos especiales esófago adentro después de hacer traquear la tráquea donde tenía instalado el clítoris, según descubrimiento del médico laringólogo de su personaje. Según sus biógrafos, y aunque lo negó siempre, se había iniciado en la pornofílmica con una cinta de zoofilia, emparejada con un famoso perro de nombre Dog Fucker, y otros lastimosos cortometrajes de bajísimo presupuesto, y también se lanzó engolosinada con el éxito a filmar un Deep Throat 2.Con Deep Throat 1 se había convertido en la adelantada profesora de Mónica Lewinsky, quien se desempeñara fuera de cámara en el salón oval al servicio del hombre más poderoso de la tierra, famoso a su vez por fumarla sin aspirarla. Vino a saberse por su cónyuge extraterrestre y más bien sanote que Linda, luego de convencernos con sus capacidades corporales e histriónicas, se convirtió en una dama ejemplar, adalid del feminismo, quien en los últimos 20 años se dedicó a despotricar de la pornografía, sobre todo entre la chiquillada universitaria, luego de dejar al mundo con la boca abierta al contemplarla engullir la totalidad de centímetros cúbicos del más dotado de sus compañeros de set. Con su posterior fama, sus ingresos y conversión hacia la virtud, protagonizó la cinta no porno Linda Lovelace for presidente, fue un fracaso rotundo.En cambio con sólo 30 mil dólares de producción Garganta profunda había recaudado seiscientos millones. Pero se supo por sus propias declaraciones, cuando demandó a su exmarido, que su relevante desempeño, que la hizo millonaria y famosa, fue producto de las amenazas de Chuck Traynor, quien con otra pistola en la sien que no alcanzó a salir en la cinta, la obligó a dar albergue tras el cielo del paladar todo el talento del coprotagonista, mientras los camarógrafos se esforzaban en los primerísimos primeros planos.Denunció el marido desheredado que las enormes ganancias que produjo la cinta fueron a engrosar los bolsillos del consorte descubridor, quien la dejó prácticamente succionando, para utilizar un sinónimo de la inflexión verbal con que se designa a los tumbados. Paz en su tumba y descanso eterno a su masetero. Murió mientras la trataban de resucitar, y no propiamente con respiración boca a boca, en la clínica donde llegó prácticamente tiesa la maja. Me dio mucha vergüenza utilizar en su momento una nota fúnebre de tanto sentimiento para cazar gazapos, con esa frase que a pesar de lo absurda me parece de una patética belleza, todo un verso elegíaco, así haya sido un delicado traspiés de la traductora, “murió mientras la trataban de resucitar”. Me hizo acordar de Blanca Nieves, quien sí resucitó cuando por un tropezón de uno de los enanos que portaban su ataúd, se le salió el tronco de manzana que le atoraba la garganta. Les prometo a las damas que no me burlo de las líderes atragantadas por el feminismo, a quienes recuerdo que hay quienes han hallado causas más amables y productivas que perorar al abrir la boca. Ahora viene la película, Lovelace, interpretada a pedir de boca por Amanda Seyfried. Como cada vez que asisto a esta clase de filmes, elegiré la primera fila.

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