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El cambiazo

La semana pasada salí hacia el Banco de Occidente a cambiar uno...

15 de noviembre de 2016 Por: Jotamario Arbeláez

La semana pasada salí hacia el Banco de Occidente a cambiar uno de los cheques que me llegan por dar charlas acerca de la poesía que me ha ido enseñando la vida, en esta oportunidad convidado por La Maleta Viajera en la Cárcel Modelo, donde varios reclusos quedaron convertidos al audaz nadaísmo. “Mientras haya mala poesía, habrá policía”, les dije citando a nuestro poeta Zalameíta, y ellos prometieron no hacer sino de la buena. En la mañana leí en el periódico, que desde hace 50 años me entra por debajo de la puerta de mi morada con un suisss deleitoso, que el día anterior habían asesinado a tres taxistas en Bogotá, lo que me llenó el alma de pena. No se había capturado a los autores. Qué injusticia con este pobre gremio, pensé, humanista desde chiquito.Me fui para el centro con mis dieciséis billetes de 50 mil. Miré en la vitrina de un almacén de ropa de caballeros una chaqueta de cuero estilo Marlon Brando que me estaba haciendo falta por la que pagué seis billetes netos. En la Librería Nacional adquirí Robe este libro, el mítico volumen de Abbie Hoffman, el activista gringo anarquista de finales de los 60, incitando al robo como alternativa contra el sistema. Me costó ochenta con el descuento de cortesía y me devolvieron uno de veinte. No encontré a ningún amigo de la época para invitarlo a almorzar, y me tocó yantar sólo en La Romana, donde pagué con dos de cincuenta y me devolvieron dos de diez y uno de cinco. Caminé hasta el puente de la 26 donde paré un taxi, animado por el restaurador septimazo. Le dije que me llevara al Gimnasio Moderno, donde Federico me tenía programada una intervención.Busqué con la mirada el tarjetón de tarifas que identifica al conductor, para darle el pésame por el infame asesinato de sus colegas, pero no había bolsillo trasero en el asiento del copiloto. Sólo en la ventanilla un teléfono de la flota lleno de unos. Abrí el celular por donde me suelo comunicar con el mundo y encontré una noticia del otro mundo, donde acababa de aterrizar Leonard Cohen. Golpetazo en el corazón. En ese momento por Laud radio sonaba Diamonds in the mine. A dura penas alcancé a recordar la parte que dice: “Me dieron algo de dinero / por mi triste y famosa canción. / Me dijeron: “La multitud está esperando, apresúrate o se habrán marchado”. Le di las gracias a Cohen por el mensaje. Soy tan listo que nada de lo paranormal se me escapa. El chofer debió darse cuenta de mi quebranto.Llegamos. Eran ocho mil pesos. Le alcance uno de diez. Lo miró, lo puso contra la bombilla del techo. Señor, este billete es falso. Cómo así. Cómo me van a hacer esto en La Nacional. Se lo recibí y le acerqué uno de diez. Señor, este también es falso. ¿Usted dónde estuvo? Le acerqué el otro de diez y el de cinco, diciéndole que me los habían dado nada menos que en La Romana. Están falsos. Me quedaban cuatro de cincuenta, de los del banco. Todos iban resultando falsos al ser examinados contra la luz. Pero si me lo dieron en la caja del banco, no puede ser. Al tercero, y antes de que recuperara mi razonar, me dijo: No se preocupe, señor, me da pesar con usted, deme uno de los de diez, así sea falso y tome las vueltas. Le agradecí por el billete de dos legítimo, me disculpé con la cara más inocente para que no me fuera a mirar como un estafador y me dirigí hacia mi auditorio, a enseñarle cómo la poesía maneja el mundo. Pero sintiéndome en el fondo una güeva. Como tal me habían estafado haciéndome el cambiazo. Que esto sirva para que la ciudadanía se ponga mosca.Espero que el necesitado taxista, lleno de billetes falsos -que ya no se pueden meter de frente por lo mal hechos, y a través del taxista inescrupuloso se le efectúa el cambiazo al pasajero haciéndolo sentir que es el delincuente-, no se haya encontrado con los asesinos del día anterior.Desde entonces sólo ando en Uber. Rogando a Cohen que los taxistas no nos descubran y nos masacren.

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