La paz es con todos
Que es lo que ha hecho José Félix Lafaurie con la Federación Nacional de Ganaderos -Fedegan-, a la que convirtió en apéndice de la más dura derecha, puesta al servicio de Álvaro Uribe.
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30 de nov de 2022, 11:40 p. m.
Actualizado el 17 de may de 2023, 12:20 p. m.
La campaña presidencial de 1974 estaba de alquilar balcón. En la liza aparecían los hijos de tres expresidentes: Álvaro Gómez Hurtado, conservador, hijo de Laureano; Alfonso López Michelsen, liberal, hijo de López Pumarejo; y María Eugenia Rojas, hija del exdictador Gustavo Rojas Pinilla.
La candidatura de López Michelsen había surgido de una convención liberal en la que él y Carlos Lleras Restrepo compitieron en un ambiente caldeado porque los seguidores de López sabotearon con pitos el discurso de Lleras, en ese momento jefe único del Partido Liberal. Triunfó López, pero el liberalismo quedó fraccionado. Yo voté por Lleras en mi carácter de exsenador.
Una mañana de enero de aquel año se presentaron a mi despacho de la Sociedad de Agricultores y Ganaderos del Valle del Cauca -SAG-, de la que era director ejecutivo, distinguidos liberales de Tuluá con una carta muy bien escrita por Fernán Muñoz Jiménez, dirigida al expresidente Lleras en la que se le solicitaba su participación en la campaña a favor de López pues veían que era necesario compactar el partido para evitar el triunfo de Álvaro Gómez, de quien los liberales teníamos serios temores por su agresivo pasado en la política nacional.
Como yo era uno de los que temían el acceso al poder de ‘Álvaro Álvaro’, como se leía en los avisos publicitarios, seguramente para ocultar el ominoso Gómez, firmé el primero la carta, la cual fue ampliamente difundida en prensa y radio.
A los dos días llegó a mi oficina Édgar Materón Salcedo, íntimo amigo mío y miembro de la junta, a decirme que el presidente de la entidad, Eugenio Castro Borrero, y varios directivos, estaban molestos por haber yo suscrito el mensaje a Lleras, pues eso comprometía a la SAG, de la cual yo era representante legal.
Le dije a Édgar que esperara unos minutos. Llamé a la secretaria y le dicté la carta de renuncia. No fue aceptada y un año después me retiré voluntariamente, con alto reconocimiento de todos los directivos.
Viene a mi mente esta anécdota porque lo que hice al suscribir aquel mensaje no fue prudente pues, en efecto, yo representaba un gremio que no debía de tomar parte en las justas políticas.
Que es lo que ha hecho José Félix Lafaurie con la Federación Nacional de Ganaderos -Fedegan-, a la que convirtió en apéndice de la más dura derecha, puesta al servicio de Álvaro Uribe. Siempre me he preguntado si todos los ganaderos afiliados son uribistas.
Lafaurie es un indiscutible líder gremial y jamás ha ocultado sus posiciones de derecha. Es, además, cónyuge de María Fernanda Cabal, la más intrépida vocera del uribismo, enemiga acérrima de cualquier intento de paz con los grupos insurgentes.
Pero ahora debo reconocer el gesto patriótico de Lafaurie, quien provocando las iras de su mujer aceptó formar parte de la delegación del Gobierno en los diálogos con el Eln, que ya iniciaron en Caracas.
José Félix Lafaurie no está en esa mesa en representación ni del Centro Democrático, ni de Uribe, y me atrevo a decir que tampoco está actuando en nombre del gremio que preside. Está como delegado de un gobierno, que es el de todos los colombianos.
Si ese intento pacificador sale adelante, Lafaurie pasará a la historia como uno de los abanderados de la paz, como un ciudadano que tuvo en consideración los altos intereses de la patria por encima de sus convicciones políticas.
Ahí lo vi bien, doctor Lafaurie, porque la paz es con todos.

Abogado con 45 años de ejercicio profesional. Cargos: Alcalde de Tuluá, Senador y representante a la Cámara, Secretario de Gobierno y Secretario de Justicia del Valle. Director SAG del Valle. Columnista de El Pais desde 1977 hasta la fecha.
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