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El destape

Como esas chicas que practican el ‘strep-tease’ y que se van despojando en cámara lenta de sus menudas prendas ante los ojos exorbitados del público masculino, Iván Duque ha ido soltando poco a poco los atuendos...

27 de marzo de 2019 Por: Jorge Restrepo Potes

Como esas chicas que practican el ‘strep-tease’ y que se van despojando en cámara lenta de sus menudas prendas ante los ojos exorbitados del público masculino, Iván Duque ha ido soltando poco a poco los atuendos conciliadores y pacifistas con los que hizo creer a muchos inocentes que con él llegaría al Gobierno un presidente que se proponía unir a los colombianos.

Hubo muchos que se tragaron ese cuento, que seguía inteligente libreto. Los actores de reparto (Paloma, Cabal, José Obdulio, Nieto, etc.) hacían el trabajo sucio de los ataques infames contra el proceso de paz y al candidato Petro. El director de escena, Álvaro Uribe, desde el cubículo del consueta lanzaba todas las mentiras sobre la inminencia de que ‘la patria’ se convertiría en Venezuela.

El primer acto del sainete comenzó el 7 de agosto en la toma de posesión. Al incendiario y pugnaz discurso de Ernesto Macías respondió Duque lleno de frases edulcoradas invitando a la unión de sus compatriotas. Terminado el ‘show’ se reunieron los uribistas en un salón del Capitolio a alabar la patanería del presidente del Congreso.
Sabedor de sus propias limitaciones y con las encuestas en caída libre, Duque echa mano de la tragedia venezolana y resuelve temerariamente convertirse en el líder de la expulsión de Maduro de Miraflores, y así se trocó en correveidile de Trump, quien con la amenaza de que “todas opciones están sobre la mesa” pone a Colombia de cabeza de playa de una intervención militar, que solo ha servido para fortalecer al sátrapa vecino.

Ahora se inventa Duque el “cordón diplomático”, que de nada sirve, pues puede hacer lo que quiera el Grupo de Lima que mientras la Fuerza Armada Bolivariana apoye a su detestable comandante, este seguirá desangrando al “bravo pueblo”.

Se necesita orbitar en una dimensión desconocida para exacerbar la polarización que se apoderó de Colombia con las absurdas objeciones a seis artículos de la Ley Estatutaria de la JEP. Lo que presentó el presidente no son objeciones por inconveniencia, como lo afirmó, sino sobre temas constitucionales que ya habían sido resueltos por la Corte respectiva.

Si Duque no cuenta con mayoría en ambas cámaras para que lo respalden en sus objeciones, no entiendo para qué se expone a una apabullante derrota, y, sobre todo, a molestar a la comunidad internacional que le dijo al canciller Trujillo que no compartía la posición del presidente.

Un plan de desarrollo, que en el primer párrafo exalta a Álvaro Uribe como el gran hacedor de Colombia, es un catálogo de buenas intenciones imposibles de cumplir, que ya tiene difícil tránsito en el Congreso, y que, seguramente, será adoptado por decreto, contra la expresa voluntad nacional.

Y lo del ELN es un estropicio. Todos detestamos esa organización criminal, pero existían protocolos que había que cumplir para que algún día se pudiera volver a intentar la mesa de diálogo. Poner a Cuba y a los demás países garantes contra la pared, es una necedad que no tendrá buen fin.

Entonces, la escena no puede ser peor para Duque. Sus parciales lo hacen aparecer como un presidente torpe y por eso lo abandonan, y pasan de agache. Uribe, sibilino, sigue al mando de la nave y dicta las órdenes. Si estas fallan, Duque es el responsable. Si tienen éxito, son del patrón.

El destape de Duque lo ha dejado en los puros cueros, mientras el país afronta gravísimos problemas para los que necesita algo más que un amanuense: un presidente.

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