El pais
SUSCRÍBETE

El cine mexicano

Hoy empiezo a pagar la deuda hablando del cine mexicano, del que vi en mi adolescencia y juventud todas las películas que llegaban a los teatros de Tuluá y Bogotá.

14 de noviembre de 2018 Por: Jorge Restrepo Potes

En estos días comenté aquí que a pedido de unos amigos cinéfilos hice la lista de las películas que más me habían gustado en mi larga vida de asistente a las salas en las que, con luces y sombras, nos muestran las maravillas del séptimo arte.

En esa nota cometí una tremenda injusticia y es que la lista solo tenía diez títulos de cintas hechas en Estados Unidos, desconociendo los aportes de Francia, Italia, España, Argentina, y, en el caso particular de Colombia, el de México, pues el nuestro llegó a ser el mayor mercado de las producciones aztecas fuera del país de origen.

En próximas columnas trataré de remediar esa grave omisión. Hoy empiezo a pagar la deuda hablando del cine mexicano, del que vi en mi adolescencia y juventud todas las películas que llegaban a los teatros de Tuluá y Bogotá, provenientes de los estudios Churubusco, Pelmex, Posa Films, que atraían a la gente como el panal a los osos.

En ese cine había para todos los gustos. Las clases altas consideraban ‘charras’ las películas mexicanas con base en mariachis, en las que por lo general actuaban Luis Aguilar, Pedro Infante, y Jorge Negrete, al que adoraban no solo las chicas del servicio doméstico, sino todas las señoras. Se formaban filas inmensas en los teatros Sarmiento y Boyacá de Tuluá para extasiarse con ‘El peñón de las ánimas’, ‘El rapto’, ‘Gran casino’ y ‘Dos tipos de cuidado’.

A mediados del Siglo XX, los mexicanos subieron en la escala cinematográfica y filmaron verdaderas obras de arte, como ‘Doña Bárbara’ –fiel a la novela de Rómulo Gallegos-, con una María Félix preciosa en el mejor papel de su carrera, pues luego se ‘estereotipó’ de mujer perversa, que enloquecía a los maridos para volarse con el galán de turno, digamos Tito Junco. La Doña se casó con Agustín Lara, y luego con Jorge Negrete.

Grande entre los grandes Fernando Soler, quien con sus hermanos Domingo, Andrés y Julián formó una dinastía de actores inolvidables. Don Fernando era la personificación de la elegancia, que cuando lo emparejaban con Sara García hacía llorar el público, como en ‘Cuando los hijos se van’, que la tengo en DVD y todavía se me aguan los ojos.

Y Cantinflas, el ícono del humor. Dicen que Charlie Chaplin soltaba carcajadas viendo una de las cintas de Mario Moreno, que inició su carrera en 1938 con ‘Ahí está el detalle’, en compañía de Joaquín Pardavé. El cómico duró 50 años como amo de la taquilla pues hasta incursionó en el cine gringo con ‘La vuelta al mundo en 80 días’, en la que logró opacar al extraordinario David Niven.

No puedo dejar de mencionar a Arturo de Córdova, el sofisticado galán que no solo actuó en el cine de su país sino también en el argentino en ‘Dios se lo pague’, espléndida, dirigida por Luis César Amadori. De Córdova tenía una dicción perfecta del español, era varonilmente apuesto y escogía siempre papeles a su altura. Infortunadamente, un accidente cerebro vascular le quitó facultades, y apareció por última vez en ‘El Profe’, con Cantiflas, y su compañera sentimental, otra grande, Marga López.

Si se me pidiera lista de mis cinco películas mexicanas preferidas, incluiría a ‘Doña Bárbara’, ‘La perla’ –con Pedro Armendáriz, otro gigante–, ‘María Candelaria’, con Dolores del Río, sublime, ‘Romeo y Julieta’, con Cantinflas, y ‘Casa de muñecas’, con Ernesto Alonso, inolvidable.

Y una evocación cariñosa de quien fue el amor platónico de mis años mozos: Elsa Aguirre.

AHORA EN Jorge Restrepo Potes