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El crimen de Netflix

Su punto final es un final abierto que incluso sugiere que la muerte de Luis Andrés sí pudo ser accidental, como plantea la tesis del periodista que escribió el libro sobre el que se basa parte de la miniserie.

7 de mayo de 2019 Por: Jorge E. Rojas

Aunque la familia haya desaprobado la reconstrucción de la muerte de Luis Andrés Colmenares, para la miniserie que Netflix acabó de subir a su plataforma con el título ‘Historia de un crimen’, la recreación del caso puede resultar siendo menos dañina de lo que ellos tal vez llegaron a suponer o imaginar.

Si bien es cierto que para el papá, la mamá y el hermano de Luis Andrés deben ser puñaladas cada uno de los ocho capítulos que resumen -y en muchos tramos ficcionan- las intimidades más públicas del homicidio, la producción es una nueva oportunidad -esta vez en full HD y subtítulos contra la sordera- para recordar que la justicia de este país funciona a la medida de bolsillos y apellidos.

Nueve años después de que al muchacho le hicieran lo que le hicieron a la salida de una fiesta de Halloween en la zona rosa de Bogotá, y de que manipularan su cuerpo para hacerlo parecer como un accidente producto de los tragos y de un sinsentido que lo llevó a caer en el caño del parque El Virrey, prácticamente todo está en el mismo lugar: los verdaderos responsables del homicidio siguen libres y el thriller jurídico que enloda a varios de los juristas más perfumados de Colombia, continúa sin resolución a pesar de que oficialmente haya quedado establecido que se trató de un asesinato.

De eso no hay dudas. Al menos para mí. Basándose en la exhumación del cadáver, el Tribunal Superior de Bogotá determinó en el 2014 que la muerte fue causada por “terceros indeterminados”, y que las heridas con las que acabó ‘Luigi’, como lo llamaba su familia, no fueron consecuencia de la caída al canal de desagüe. El examen del cadáver fue realizado por un experto, el médico forense Máximo Duque, y a partir de sus pesquisas quedó en evidencia que el cuerpo finalizó con ocho fracturas y siete heridas producto de un ataque en vida.

De hecho esa exhumación demostró que las lesiones fueron provocadas por “fuerzas que iban en distintas direcciones”, por lo que no se necesita haber cursado ni un semestre de Derecho para entender que a Luis Andrés lo levantaron a golpes y en gavilla. ¿Por qué la justicia ha sido tan blanda con Laura Moreno y Jessi Quintero, testigos de casi todo, y casi las últimas que lo vieron vivo? ¿Cómo es que Carlos Cárdenas, el exnovio de Laura y principal sospechoso del crimen, resultó exonerado existiendo pruebas tan concluyentes? ¿Quiénes fueron sus cómplices materiales? ¿Dónde están? ¿Quién los encubre nueve años más tarde?

De quienes sí se sabe hasta ahora es de los fulanos sin apellido, sin plata y sin papis que los mandaran a estudiar a Los Andes, que terminaron transándose como falsos testigos, pues sobre ellos, curiosamente, recaen las únicas sentencias proferidas en el caso: José Wílmer Ayola, un supuesto vendedor ambulante de licor que aseguró haber presenciado la golpiza a la distancia, hoy purga ocho años de prisión domiciliaria. Tras las rejas estaban Johnattan Martínez y Jesús Alberto Martínez, con seis años de condena cada uno, pero este último murió en una extraña riña dentro de la cárcel.

La historia de Netflix (con un casting impresionante) no llega hasta allá. Su punto final es un final abierto que incluso sugiere que la muerte de Luis Andrés sí pudo ser accidental, como plantea la tesis del periodista que escribió el libro sobre el que se basa parte de la miniserie. Y ese guiño tal vez sea el ‘crimen’ del producto, que en realidad tiene poco de amarillista. Consumirlo no es acudir a una cita con el sensacionalismo. Desde donde yo lo alcanzo a ver, es más bien, una cita con la indignación.