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Asombroso

Lo escalofriante es que en pleno debate el Fiscal admitió sin inmutarse que utilizó la entidad que dirige, ni más ni menos la encargada de adelantar las investigaciones judiciales del país, para defenderse en el debate.

30 de noviembre de 2018 Por: Gustavo Duncan

Esta columna bien pudiera haberse titulado con un emoji en vez de palabras. Los emojis, para quienes no sepan, son las caricaturas que se utilizan en los diálogos de los celulares para expresar los más diversos sentimientos y emociones. Cualquiera de los emojis con los ojos y la boca abierta, a reventar como discos por el asombro, hubiera servido.

No otra sensación queda del último debate de Odebrecht. Uno puede ver a casi toda la clase política y a la dirigencia colombiana acusándose una a otra, a la vez que se defiende de las acusaciones con réplicas aún más temerarias, y lo peor de todo es que al final queda la sensación de que todos tienen razón en un sentido: el grueso de las acusaciones parecen ser ciertas.

Da la impresión de que el país hubiera atravesado un umbral en que es normal que la disputa por el poder e, incluso, la disputa por imponer una ideología acerca de cómo debe funcionar la sociedad, esté atravesada por el uso sistemático de prácticas corruptas.

Es como si fuera legítimo que el país sea gobernado por una élite dirigente que a ratos no lo hace tan mal -la economía crece, hay mejoras sociales y las cosas funcionan pese a todos los problemas-, pero que por el hecho de gobernar tuviera el derecho de enriquecerse a través de las decisiones del Estado. Hacer riqueza es entonces un producto más de transacciones de poder que de transacciones en los mercados.

Quizá no haya nadie que simbolice hoy con más precisión esta actitud de la dirigencia colombiana que el fiscal Néstor Humberto Martínez. Ha ocupado casi todos los cargos principales de la rama Ejecutiva excepto la presidencia. Al mismo tiempo ha sido abogado de la persona natural más rica del país entre tanto sale de un cargo y es nombrado en otro. Las incompatibilidades son evidentes como se demuestra en el caso de Odebrecht y el papel jugado por el Fiscal y por la firma de su cliente.

Lo escalofriante es que en pleno debate el Fiscal admitió sin inmutarse que utilizó la entidad que dirige, ni más ni menos la encargada de adelantar las investigaciones judiciales del país, para defenderse en el debate. Habló incluso de reuniones de sus acusadores en el Congreso con funcionarios que lo denunciaban por irregularidades como abogado y que a su vez él aprovechaba su cargo para acusarlos. Impresentable en cualquier democracia decente un fiscal con semejantes comportamientos.

Pero si eso no fuera suficiente, uno se encuentra que el uribismo sale a defender al Fiscal, quien fuera uno de los principales alfiles del gobierno de Santos. Y, al mismo tiempo que lo defiende, acusa a Santos de haber sido elegido por la corrupción de Odebrecht. Es decir, defiende al Fiscal que ha servido de dique de contención para que el escándalo de Odebrecht no llegue a los máximos responsables, quienes tenían el poder de decisión para favorecer a la compañía, a la vez que acusa a ese máximo responsable de ser culpable.

Y allí no para. Luego nos encontramos con que Petro, quien se presumía no estaba untado y era uno de los denunciantes, tiene un video donde recibe fajos de dinero en la mejor escena de una serie como los Soprano. Dice que el episodio se trata de un préstamo de un amigo ecologista, Simón Vélez, que odia los bancos y solo mueve efectivo. Al otro día Vélez lo desmiente y pasa de acusador a ‘también acusado’.

Todo esto en solo 48 horas. Habrá que crear un emoji para la política colombiana.

Sigue en Twitter @gusduncan