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Entre el corazón y el cerebro

Todos los órganos o partes del cuerpo no tienen ni la misma...

8 de febrero de 2011 Por: Gloria H.

Todos los órganos o partes del cuerpo no tienen ni la misma importancia ni el mismo significado. Se puede vivir sin un dedo, pero no se puede ni siquiera sobrevivir sin corazón. Cada uno tiene un papel por cumplir dentro del proceso que tenemos que afrontar como seres espirituales en una experiencia humana. Pero, sin lugar a dudas, el cerebro era el ‘más’ dentro de la mentalidad de la cultura occidental. Sin embargo, los adelantos científicos prueban que la mayor inteligencia de un ser humano no está en su cerebro (donde radica la mente), sino en su corazón, donde se ubica la sabiduría. Pensar con la mente es importante, pero equivale a decidir intelectualmente. Es pensar y conceptualizar desde el ego y la personalidad que terminan siendo lo más artificial y transitorio del ser humano, puesto que la identidad, el ego, la personalidad, son, de alguna manera, las caretas con las que intentamos desenvolvernos en sociedad. Pero ninguna de ellas equivale a nuestra verdadera esencia. La mente se ubica en el cerebro: allí existe la dualidad (bueno o malo), allí hablan las emociones ‘sin procesar’, allí está el tiempo en pasado y futuro, allí está el conocimiento donde se ‘repiten’ conceptos emitidos por otros. Ese es el cerebro. Algo semejante a un computador donde se guarda la memoria elemental de nuestras numerosas vidas. Y punto. El lugar donde se puede jugar con las palabras y los términos y ‘descrestar’ a un auditorio que se admira con el ‘recorrido intelectual’ de quien se expresa. Es posible entonces encontrarse con seres ‘muy inteligentes’, porque sus conocimientos intelectuales son numerosos o porque, como se dice, “acumulan más cartones que un tugurio”, o porque son “luz de la calle y oscuridad de la casa”, o porque son capaces de resolver problemas complejos en el mundo profesional. Estos individuos son inteligentes desde el cerebro. Pero no poseen la inteligencia del corazón, porque no pueden manejar su vida personal, es un enredo emocional; o son jueces demoledores de las fallas de los que lo rodean, pero justifican las propias; o porque sus contradicciones son del tamaño de una catedral. Sí, su inteligencia está en la mente, en el cerebro. Es la inteligencia ‘reina’ de la cultura occidental.Pero está la inteligencia del corazón, donde radica la sabiduría. Este nivel de inteligencia está marcado por la coherencia. Es conciencia. Es juntar todas las piezas del rompecabezas y tratar de que encajen en una actitud unificada. Y es ese corazón el que irradia una energía que se percibe en varios metros a la redonda (probado científicamente). La persona que posee esta categoría de inteligencia ‘expele’ un aire de confianza y tranquilidad donde no existe el temor a través de lo que es. Por lo tanto ella misma ni vive en el miedo ni genera desconfianza. La coherencia es la verdadera inteligencia. Se debe pensar y actuar en forma coordinada para que la sabiduría no se reduzca a un concepto (inteligencia del cerebro), sino que obedezca a una forma de vida que no necesita apariencia ni personalidad por defender, que no exige tener la razón y que, como no maneja conceptos de bueno o malo, no juzga a quienes se desenvuelven a su alrededor. Si una actitud, una idea, un comportamiento no se ajusta dentro de un proceso de coherencia, significa que aún se está fragmentado con esa inteligencia mental tan ‘descrestadora’, pero tan contradictoria. La inteligencia no puede estar al servicio del pensamiento: su sentido es la coherencia y allí deben coincidir todas las coordenadas.

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