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¿Qué pasó?

Debemos escoger: seguir como vamos y aguardar a que llegue el pico del contagio con miles de muertos más o enmendar la plana en aquello en lo que se ha fallado

2 de agosto de 2020 Por: Francisco José Lloreda Mera

En momentos en que el país supera los 10.000 muertos por causa del coronavirus y el mayor crecimiento diario en la relación entre casos nuevos y totales, y es probable que, junto con Estados Unidos, Rusia, India y Brasil, terminemos siendo uno de los países del mundo más afectados por la pandemia, es inevitable preguntarse en qué hemos fallado, no para señalar culpables, sino para reflexionar y procurar hacerlo mejor en adelante.

Seguramente es cierto que la cuarentena, a partir del 24 de marzo, fue prematura. Días antes, el 19 de marzo, la alcaldesa de Bogotá se había anticipado al decretar una medida similar bajo el eufemismo de simulacro, ejemplo que siguieron otros mandatarios, de buena fe, con la información disponible. El país entró en aislamiento, creyendo acertar. Imposible saber qué hubiese sido de no hacerlo, podríamos estar mejor o mucho peor.

Pero cuatro meses después el virus está disparado, y la economía y el ánimo golpeados. Se pensó que el pico llegaría en mayo, luego en junio, julio, y no se sabe si será en agosto. Si bien la tasa de mortalidad por millón de habitantes es de las más bajas, lo cual nos da algo de aliento, no es claro que sea sostenible. Tampoco lo es, que el sistema de salud esté preparado para lo que nos falta, pese a lo mucho que se ha hecho para fortalecerlo.

¿Qué pasó? Al menos cuatro cosas. Primera: una creciente irresponsabilidad ciudadana. Muchos, quizá la mayoría de las personas, han tomado con seriedad el distanciamiento, el uso del tapabocas y el lavado de manos. Pero muchos infortunadamente no. Abundan los tapabocas hechizos o de uso bajo la nariz, fiestas en barrios, reuniones en las casas, salidas innecesarias a sitios públicos. Un relajamiento en las medidas de bioseguridad.

La segunda: la descoordinación entre las autoridades. En muchos casos se ha dado una excelente articulación entre los niveles de gobierno y entre las entidades de salud. Pero ha sido contraproducente el enfrentamiento de la alcaldía de Bogotá con el Gobierno. La discusión sobre las medidas y los benditos ventiladores, la incriminación diaria en las redes y la desconfianza mutua, seguro han incidido en el caos que reina en la capital.

La tercera: el falso dilema entre vida y economía. Ha sido dañino presentarle al país una escogencia, un blanco o negro. Al tiempo de salvar vidas, era necesario que la economía no se paralizara. La reapertura de algunos sectores, con protocolos y autocuidado, era y es mandatorio. Quienes por cualquier razón utilizan este falso dilema como caballito de batalla, claramente no han sufrido el rigor del desempleo y la quiebra de un negocio.

La cuarta: la politización de la pandemia. En momentos en que el país requería lo mejor de su clase política, esta, contadas excepciones, ha estado por debajo de la expectativa. Han primado los intereses individuales y políticos. Una cosa es tener diferencias sobre las medidas y otra, no haberle dado prelación a un acuerdo nacional contra la pandemia. Muchos están pensando en las elecciones de 2022 y en cómo utilizar la crisis a su favor.

Debemos escoger: seguir como vamos y aguardar a que llegue el pico del contagio con miles de muertos más o enmendar la plana en aquello en lo que se ha fallado. Si como ciudadanos tomamos mayor conciencia de nuestra responsabilidad, si las autoridades trabajan unidas y dejan a un lado el ansia de figuración, si entendemos que la vida y la recuperación de la economía van de la mano, y le exigimos altura a la dirigencia política, seguramente lograremos, luego de unos meses muy duros, salir todos juntos adelante.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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