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Primer balance

Por más llamados a la unidad nacional, solo recibió a cambio una oposición cerrera, en especial de quienes hoy enarbolan las banderas de reconciliación.

6 de agosto de 2022 Por: Francisco José Lloreda Mera

Finaliza el Gobierno Duque. Felices deben estar quienes no le dieron tregua y tienen por dogma no reconocerle nada. Y felices deben estar, se colige, con el cambio histórico que se inicia, resultado en parte de una crítica implacable, con o sin razón. Por más llamados a la unidad nacional, solo recibió a cambio una oposición cerrera, en especial de quienes hoy enarbolan las banderas de reconciliación. No tuvo luna de miel ni tampoco un gobierno fácil.

No obstante, los hechos indican que, en distintos frentes, entrega un mejor país. Lo primero a resaltar es el manejo de la pandemia. No fue fácil, muchas personas murieron. Pero la vacunación funcionó, se fortaleció el sistema de salud y canalizaron importantes recursos, evitando una debacle económica y social. Por algo se le considera el país de la región que mejor enfrentó el Covid-19, y el doceavo en el mundo. Negarlo es mezquino.

Lo segundo, la economía. Entrega un país creciendo al 6% luego de un año de hacerlo al 10,6%, tras recuperar los empleos perdidos en la pandemia. El panorama fiscal y de deuda es muy complejo, pero se requerían medidas extraordinarias, y fueron efectivas. Curioso que muchos de quienes lo cuestionaron por no inyectarle mayores recursos a la economía, incluso del Banco de la República, se rasgan la vestidura por el déficit fiscal.

Lo tercero, la transición energética. Además de una diversificación sin precedente de la matriz eléctrica con fuentes eólica y solar y avances en materia de movilidad sostenible, ejecutó un ambicioso plan de reforestación, compatibles con la reactivación e impulso dado a la industria del petróleo y gas. Tuvo claro que no es incompatible la lucha contra el cambio climático con desarrollar responsablemente los recursos energéticos del país, incluidos los hidrocarburos.

Lo cuarto, la política migratoria. Recuérdese que 1,8 millones de hermanos venezolanos llegaron huyendo de la catástrofe socialista y pese a críticas y vaticinios apocalípticos, Duque los acogió: les dio un estatus que les permite acceder a los servicios de salud y educación, y poder trabajar. Y en vivienda, infraestructura y educación, para mencionar tres sectores más, los avances son relevantes. Los hechos, no las palabras, lo constatan.

Pero más allá de los logros, hay dos características de Duque que valen la pena resaltar: el respeto y la serenidad. Fue respetuoso con sus amigos y sus contradictores. Nunca en cuatro años se le escuchó un insulto o una palabra destemplada hacia alguien, y motivos tuvo, pues qué no le dijeron. Incluso en las horas aciagas, como las del llamado estallido social, cuando lo querían tumbar, no perdió los estribos, siempre actuó con templanza.

Dirán muchos que en algunos frentes el balance es negativo o agridulce, y sí, es cierto. En seguridad, por ejemplo, por más cabecillas dados de baja, y disminución en las tasas de secuestro, homicidio y cultivos de coca, el narcotráfico, el Eln y los demás grupos criminales, no dan tregua. Y en materia de corrupción, pese a que el presidente Duque se la jugó por confrontarla, hay casos de funcionarios pendientes de ser esclarecidos.

Se resaltan adrede algunos de los hechos positivos pues la memoria es frágil y selectiva, y con relación al mandato que termina, lo cierto es que hizo carrera una crítica visceral. Las tareas de gobierno no terminan y hacer país toma tiempo, al menos en democracia. Duque tuvo aciertos y desaciertos y cada quien hará su balance. Pero si de algo no debe existir duda es que le cumplió a Colombia en un momento difícil. Si la historia es justa, es de esperar que con los días se recuerde su gobierno con mayor amabilidad y gratitud.

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