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Oportunidad

El presidente electo tendrá que decidir si gobierna por y para unos o por y para todos los colombianos

25 de junio de 2022 Por: Vicky Perea García

El sistema presidencial de gobierno, a diferencia del sistema parlamentario, presenta una paradoja: es posible ganar una elección con una diferencia marcada o mínima y en ambos casos quien resulte ganador no está obligado a convocar a las fuerzas opositoras a ser parte del gobierno ni a tener en cuenta la visión de país y las propuestas de quienes perdieron, así sea por un voto. Quien gana, lo gana todo, y quien pierde lo pierde todo.

En la segunda vuelta de la elección presidencial Gustavo Petro obtuvo 11.281.013 votos y Rodolfo Hernández 10.580.412. Es decir, un 50,44% y un 47,31% respectivamente. La diferencia, 700.601 votos, equivale al 3,13 % del total. Una proporción pequeña pero suficiente para reconocer la legitimidad del mandato del presidente electo mas no para desconocer la visión de país y del Estado de la otra mitad de los ciudadanos, que perdió.

Al menos esa es una de las discusiones que surgen cuando se dan resultados apretados, independiente de quien gane. Pudo ser al revés y estaría el Pacto Histórico señalándole al presidente Hernández que la mitad de los colombianos que no votaron por él no se sienten representados por la opción ganadora y que en su calidad de ciudadanos tienen unos derechos y unas expectativas que el nuevo gobierno no debe ni puede despreciar.

Esta paradoja del sistema que nos gobierna no sería igual de relevante si las diferencias entre ambos candidatos y en especial entre los ciudadanos que apoyaron a uno y a otro, no fuesen marcadas. Pero lo son: en el modelo económico y el rol del sector privado; en la manera de lograr una mayor equidad social; en la seguridad, el orden y la aplicación de la ley y; en los asuntos internacionales, la salud y las pensiones, entre muchos otros.

El presidente electo tendrá que decidir entonces, si gobierna para los 11,2 millones de personas que votaron por él o si tiene en cuenta a los 11,1 millones que no lo hicieron, incluido el voto en blanco. Tendrá que decidir entre tratar de imponer su visión de país o construir consensos de política pública que reconozcan la opinión y sentir de quienes no lo apoyaron. Decidir si gobierna por y para unos o por y para todos los colombianos.

Las primeras señales, aunque embrionarias y confusas, pareciesen reflejar lo segundo. Al tiempo de proponer un acuerdo nacional e invitar a su mayor contradictor político a dialogar, el discurso del presidente electo el día del triunfo, destila ánimos encontrados. El paso de los días debe ayudar a esclarecer lo que realmente piensa y quiere el nuevo mandatario, y en especial el objetivo, el alcance y la metodología del acuerdo anunciado.

Permitirá saber si se trata de una iniciativa genuina para unir al país en torno a unos mínimos fundamentales o un mecanismo de apaciguamiento temporal de los alientos; si realmente existe la disposición a revisar planteamientos controvertibles de campaña o un artilugio para su legitimación; si como lo indican algunos de sus críticos, no es más que una puesta en escena que con los días y años se develará, una vez saquen las garras.

Para la verdad el tiempo, decía una líder guajira. Y sí, el talante de los gobernantes se aprecia en el ejercicio del poder; un poder que envilece o enaltece a los seres humanos. Gustavo Petro tiene la oportunidad de unir al país, fortalecer la democracia y avanzar en la senda de desarrollo sostenible y equidad social que encuentra. Ojalá no la dilapide. Dependerá de la apertura a construir con los contrarios, de un buen equipo de gobierno, de las acciones que tome, y si destierra los odios atávicos que tanto daño han causado.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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