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Libertad y Orden

Cuando se cumplen varios días de protestas de diferente matiz e intensidad, cuando el Presidente adelanta un diálogo amplio con distintos sectores y actores y cada día más colombianos llegan al límite de la paciencia ante la disrupción de la normalidad, vale la pena analizar lo que sucede desde dos valores sociales fundamentales.

1 de diciembre de 2019 Por: Francisco José Lloreda Mera

Cuando se cumplen varios días de protestas de diferente matiz e intensidad, cuando el Presidente adelanta un diálogo amplio con distintos sectores y actores y cada día más colombianos llegan al límite de la paciencia ante la disrupción de la normalidad, vale la pena analizar lo que sucede desde dos valores sociales fundamentales: la libertad y el orden. Dos lados de una moneda cuyo balance es indispensable, y está bajo amenaza.

Los derechos de reunión y de manifestación -que están en nuestra Constitución- son de la esencia de los derechos civiles y políticos en un sistema democrático. Están asociados a las opciones de disentir y expresarse, sobre diferentes aspectos de la vida en sociedad. Son una de las conquistas de la filosofía liberal tras siglos de absolutismo, que privilegia las libertades individuales, con diferentes posturas frente a sus prerrogativas y límites.

Pero estos, como otros derechos, no son ilimitados. Si lo fuesen, si cada uno hiciese lo que le place sin importar cómo afecta a los demás, sería el caos. La supervivencia misma de la especie estaría comprometida pues medianamente convivimos gracias a acuerdos tácitos y expresos. Y es así porque es de nuestra naturaleza vivir en comunidad, ligados por mínimos de confianza, confianza basada en costumbres y en reglas que se definen.

Esta reflexión es necesaria en la coyuntura. Transitamos de unas marchas pacíficas a un vandalismo criminal. De un ejercicio legítimo y legal de libertad a uno ilegítimo e ilegal de la misma. Con efectos que cada quien evaluará pero que en el balance nadie debería festejar; vidas sacrificadas, lesiones irreparables, heridos, y un país en ascuas. Si esta es la victoria que reclaman los organizadores del paro están mal. Es una señal de debilidad.

Debilidad que se expresa en su arrogancia, en creer tener la vocería de los colombianos. El país requiere cambios, siempre ha sido así y siempre lo será, pues las sociedades no son estáticas. Pero por las vías institucionales y legales. No a la brava, con violencia y amenazas. Que no confundan el silencio de las mayorías con aprobación, mucho menos con haberles otorgado una interlocución exclusiva y excluyente, que nadie les ha dado.

Tiene lógica entonces la decisión del Presidente de liderar una Conversación Nacional con diferentes sectores y actores, para escuchar y construir entre todos un mejor país. Si a los organizadores del paro no les gusta la convocatoria amplia, es su problema. Y lo es, porque no tienen la vocería de la Nación. Así se realicen más marchas y vandalismo, la inmensa mayoría, afectos o no al Gobierno, no permitirán que acaben con Colombia.

En resumen, el ejercicio de los derechos asociados a la libertad, como la protesta social, implica deberes. Incluso en países garantistas como el nuestro, donde los derechos de los terceros no manifestantes han perdido su valor social y legal. Si estos importaran, no se permitiría marchar por ciertas vías incluidos los corredores de transporte masivo, no se vulneraría el derecho de los niños a estudiar y quien quisiera podría ir a trabajar.

La libertad no es absoluta, tiene límites. Límites que solo los valores y el orden, pueden garantizar. Un orden basado en la ley, en el respeto a los demás. Lo dijo Benito Juárez: el respeto al derecho ajeno, es la paz. Es hora de entender que la libertad y el orden van de la mano, que sin orden no hay libertad, hay caos y anarquía. Ojalá sea claro, tras unos días en los que las libertades de la mayoría terminaron siendo mancilladas. Es hora de darle importancia al orden. Los derechos son posibles si van acompañados de deberes.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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