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Dos fugas

Dos casos bochornosos, con diferencias de fondo; en el de la congresista, falló el sistema penitenciario; en el del exguerrillero, nada más ni nada menos que las tres ramas del poder

6 de octubre de 2019 Por: Vicky Perea García

La fuga de Aída Merlano no es la primera ni la más compleja de las que se han dado. Es sí, una de las más vergonzosas pues deja en entredicho y, lo que es peor, en ridículo, el sistema penitenciario. Con razón sus imágenes descendiendo por la cinta y escapando en moto, y la fraternal despedida en el consultorio, le dieron la vuelta al mundo. Uno no sabe si llorar de la ira o de la risa, o una mezcla, por lo bochornoso e indignante.

Y sí, claro que debían despedir de manera fulminante al director del Inpec, a la directora de la cárcel y a quienes desde esta facilitaron la fuga, y judicializar a quienes sin duda fueron cómplices: los familiares que estuvieron dentro del consultorio y al odontólogo, ese abrazo no es por cómo le quedó de linda la sonrisa. Y falta dilucidar quiénes están detrás de la fuga en la Costa Caribe; quiénes se benefician del silencio de la congresista.

Pero la fuga de Merlano, inevitablemente, nos lleva a recordar otro episodio aún más vergonzoso: el de ‘Santrich’. Se trata de casos distintos en cuanto a que ella estaba presa y él no -no tenía siquiera orden de captura-; ella estaba bajo custodia de la guardia del Inpec y él de un esquema de seguridad compuesto por exguerrilleros; y la de ella fue una evasión súbita, la de él fue gradual y con la anuencia de buena parte del Estado.

Lo de ‘Santrich’ se veía venir. Desde el momento en que le echó mano la Fiscalía con fines de extradición por continuar delinquiendo, traficando con cocaína, era evidente que él haría todo lo que estuviese a su alcance para evadir la Justicia. Es más, lo dijo una y otra vez, que no sería extraditado; estaba muy confiado y con razón. Lo estaba porque tenía detrás suyo al gobierno de entonces, a la JEP, a las altas cortes, y a varios congresistas.

Lo que ha debido hacer el gobierno al conocer los hechos y una vez en firme la orden de extradición, era montarlo sin titubear en un avión; le dio largas, con mil excusas. Lo que ha debido hacer la JEP era limitarse a verificar una fecha en vez de tomar partido a favor del guerrillero, como lo hizo descaradamente. Igual las altas cortes, que defendieron su curul y ordenaron su libertad. Era tan sencillo como cumplir el tratado de extradición.

El resto se conoce, aunque no haya videos: desaparece el honorable congresista, salta y se da a la fuga por una ventana. Para eso no le falló la vista, como tampoco para retomar un fusil. Y como es usual, sus escoltas no vieron ni sabían nada, y nadie sospechó que se volaría pese a estar próximo a ser recapturado; pese a haber merodeado unos días antes el centro de La Guajira, ahí cerquita de Venezuela, como lo muestran las redes sociales.

Todo lo anterior para una sola pregunta: ¿Quién respondió por la evasión de ‘Santrich’? Nadie. No rodó una cabeza -ni siquiera hubo un chivo expiatorio, que es lo que se estila- en la JEP y en las altas cortes. Tampoco han respondido, así sea políticamente -aunque en este país no tenga efectos- funcionarios del gobierno anterior, ni los congresistas y políticos que contribuyeron a enredar el proceso. Ni un rasguño penal o disciplinario.

Dos casos bochornosos, con diferencias de fondo; en el de la congresista, falló el sistema penitenciario; en el del exguerrillero, nada más ni nada menos que las tres ramas del poder; en el de Merlano, era fácil destituir funcionarios del nivel medio, en el de ‘Santrich’ hubiesen tenido que defenestrar y judicializar a medio Estado: a altos funcionarios, por ingenuos, cómplices o ineptos. Por eso no pasó ni pasará nada en el caso del guerrillero. En el de la congresista, rodarán más cabezas, en un deplorable largometraje mediático.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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