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Algo no cuadra

Una de dos: había una rabia contenida que mutó de manera espontánea y rápida de una protesta estudiantil a los destrozos señalados, o además de la protesta por el alza en el transporte, lo que hubo fue una serie de actos terroristas, debidamente organizados.

27 de octubre de 2019 Por: Vicky Perea García

No es fácil de entender lo que pasa en Chile. Abundan los análisis, unos rigurosos y otros simplistas, permeados la mayoría por la ideología y la conveniencia política. Pareciesen además confundirse los hechos: la protesta inicial de los estudiantes por el incremento en la tarifa del metro, los actos de vandalismo simultáneos y extremos, los cacerolazos, y la reciente manifestación multitudinaria. Todo esto en medio de intereses partidistas.

Por un lado están quienes señalan se trata de un estallido social espontáneo con origen en una profunda problemática social del país austral, por el otro, quienes lo atribuyen a los tentáculos del Castro-Chavismo; un plan macabro definido en el Foro de Sao Paulo. En medio están quienes creen es una mezcla de ambos, agravada por un pésimo manejo del gobierno de Sebastián Piñera, lo que tiene al país en situación de ingobernabilidad.

Llama la atención que un incremento en el valor del metro de 3,7 por ciento causara semejante caos y anarquía: 118 estaciones del metro incendiadas; el edificio de 17 pisos de la compañía de electricidad, incendiado; 125 tiendas de una cadena norteamericana, saqueadas; y 159 carros incendiados. Pérdidas estimadas en 1400 millones de dólares. Y como si ello fuera poco, hasta el viernes eran 19 los muertos y más de 2000 heridos.

Una de dos: había una rabia contenida que mutó de manera espontánea y rápida de una protesta estudiantil a los destrozos señalados, o además de la protesta por el alza en el transporte, lo que hubo fue una serie de actos terroristas, debidamente organizados. El hecho de que la mayoría de esas acciones se presentaran de manera simultánea y con materiales explosivos especiales, prueba que algunos de los hechos fueron planeados.

Esta última tesis cobra vigencia dada la reacción a la propuesta del gobierno en materia salarial, pensional y de salud. El rechazo inmediato a tal iniciativa dificulta pensar que el fondo de las protestas y el vandalismo sea solo o principalmente social. Hay quienes creen que el toque de queda y sacar los militares a la calle sin estar dispuestos a aplicar la ley y restablecer el orden, empeoró las cosas y echó por la borda la autoridad estatal.

Difícil que la sola o principal causa sea social pues el PIB per cápita de Chile es el doble del de Colombia (US$ 15.921 vs US$ 6.642); la pobreza es la mitad de la nuestra (13,7% vas 30,9%) y la extrema seis veces menor (1,8% vs 12%); su desempleo es de la mitad (6% vs 12%); su gasto per cápita en educación y salud es el doble (US$ 736 vs US$ 278 y US$ 834 vs US$ 336), y está un poco mejor en equidad: 46,6% vs 49,7% (Índice Gini).

Tiene además una economía sólida: casi el doble de exportaciones que Colombia (US$ 69.228 millones vs US$ 37.880 millones), su balanza comercial es positiva y la nuestra deficitaria (US$ 4.167 Millones vs US$ vs 8.195 Millones) y en 2018 estaba en el puesto 33 del escalafón mundial en competitividad y nosotros en el 60. Tiene además una tasa de homicidios siete veces inferior a la nuestra (3,4 vs 25,5 por 100.000 habitantes).*

Algo no cuadra. Ninguno de los dos países está en el cenit del desarrollo, pero Chile nos gana en todos estos indicadores. Es decir, el componente social no logra explicar el caos generado; pareciera se aprovechó -o planeó- un hecho puntual para armar la debacle y poner contra las cuerdas al gobierno y este dio papaya. Chile no es un país perfecto, pero es un gran país, con gente extraordinaria. Mal haría en dudar de sus grandes logros y poner en el banquillo su modelo económico, político y social, aunque requiera ajustes.

* Datosmarco.com, Banco Mundial, Cepal.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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