Columnistas
Emocionalidad disparada
La emoción pulverizó a la razón y estamos secuestrados por una emocionalidad rampante con la cual es imposible dialogar.
Siga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias


19 de ago de 2025, 12:39 a. m.
Actualizado el 19 de ago de 2025, 12:39 a. m.
Durante mucho tiempo las emociones fueron consideradas debilidades, ‘flojeras’ que había que dominar o esconder. Tenían un tinte femenino, algo así como excesiva sensibilidad, por lo tanto, generaban vergüenza. El trillado ‘los hombres no lloran’ proviene de esa filosofía, donde sentir y ablandarse era falta de testosterona. El llanto era una deshonra… mientras las emociones se escondían, la razón crecía.
La inteligencia se convirtió en un adalid de la cultura porque el pensamiento tenía el poder de controlarlo todo, averiguarlo todo, saberlo todo. Había que entender, jamás sentir. En el altar de la inteligencia se ofrendaron muchos valores que desequilibraron el concepto humano. No hay que olvidar a Descartes y su “pienso luego existo”. Claro, también esa inteligencia produjo multitud de logros, avances y resultados positivos, pero el desbalance, inteligencia sin emoción, trajo consecuencias, ¿Cuáles?
No existe arriba sin abajo, agresivo sin pasivo, por tanto, pensar sin sentir es un desequilibrio. Pero la solución no es voltear la torta e irse al extremo, sentir sin pensar. La búsqueda del equilibrio frente al poder de la razón, llevó a abrirle la puerta a las emociones sin haberlas conocido, educado, moldeado. Cuál caballo desbocado les soltaron los frenos y ahora intentan dominar produciendo otro caos, en letra clara, la polaridad, sentir sin pensar. ¿Es la solución? No hay intelectualidad que pueda enfrentar al mundo visceral. Ni argumento, ni teoría, ni prueba científica, nada. La emoción pulverizó a la razón y estamos secuestrados por una emocionalidad rampante con la cual es imposible dialogar.
Era importante darle permiso al sentir para que habitara sin vergüenza en el cuerpo, con derechos y deberes, pero se nos fue la mano. Ahora solo existen las emociones como vigías del quehacer humano. Lo que siento, lo disparó, en automático, sin filtro alguno, sin medir consecuencias, zambullido en una emocionalidad enloquecedora. Entonces es imposible un diálogo, es una utopía construir una conversación, no hay razón, ni verdad que pueda sustentarse porque basta sintonizar con lo que siento para creerlo, verdad universal.
Qué difícil un diálogo, qué difícil escuchar. Las emociones no lo permiten. Siento y actúo de acuerdo a lo que siento: “ese individuo me parece malo, lo siento peligroso, me pongo los guantes”. El sentir sin filtro coloca en modo enemigo. Ambos estados, pensar y sentir, deben tener mesura y límites.
Hechos como el asesinato de Miguel Uribe exacerban pasiones y no hay manera de intentar un razonamiento lógico para no desbordarse en imaginarios absurdos donde los deseos, las rabias, el odio, la revancha, parecieran manejar el presente. Preguntar, por ejemplo, por el legado real de Uribe Turbay es una ofensa, así sus propios copartidarios dudarán de su trayectoria. Para muchos, si hubiera sobrevivido, ya lo hacía Presidente. ¿Real, visceral, emocionalidad pura?
Los francotiradores emocionales disparan para cualquier punto sin un ápice de conciencia, sin medir consecuencias atrapados en sus propias contradicciones. ¿Qué hacer frente a esa emocionalidad rampante? Elemental, no caer en el juego, no dejarse atrapar. Con las vísceras no hay razonamiento posible. Y aun cuando suene paradójico, esas emociones desbordadas miden la madurez emocional de quien las recibe. No dejarse enganchar ya es un medidor de salud mental… ¡Atrévase a intentarlo!

Psicóloga, conferencista de temas de pareja, cambio y espiritualidad. Licenciada en Letras. Directora de los programa de televisión Revolturas, Despertar de la Conciencia en el Canal 14, y "Consultándole a GloriaH" en el Canal 2 en Cali. Colaboradora habitual de la radio en Oye Cali, El corrillo de Mao . En 2009, ganó el premio Rodrigo Lloreda Caicedo a la mejor columna de opinión en El País. Autora de los libros Hablemos del Amor , "Amarte no es tan fácil" y Dónde esta mi papá´.
6024455000





