Columnistas
El Valle exige respeto: obras ya
Esa unidad debe mantenerse, toda vez que, los macroproyectos no son de un color político ni para beneficiar simpatizantes. Son para la gente.
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29 de nov de 2025, 03:13 a. m.
Actualizado el 29 de nov de 2025, 03:13 a. m.
Hace un año, publiqué una columna titulada ‘Desbloqueo para el Valle del Cauca’, en la que expuse el retraso sistemático de los principales macroproyectos de infraestructura del departamento. Doce meses después, la situación no mejora.
La doble calzada Buga–Buenaventura, obra clave para conectar al puerto más importante del Pacífico colombiano, completa ya 20 años en construcción. Aún faltan tramos para culminarla. El dragado del puerto tampoco avanza: no hay claridad sobre su financiación ni fecha de inicio. La vía Mulaló–Loboguerrero, adjudicada en 2014 y proyectada para reducir en 52 kilómetros la carga, lleva 11 años sin arrancar y sin certeza sobre el destino de sus recursos.
A esto se suma la situación del Aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón. La operación pasó en septiembre a la Aeronáutica Civil. Sin embargo, al cierre del 2025, aún no se ha publicado el pliego para adjudicar un nuevo operador, retrasando también las obras urgentes que requiere la terminal aérea.
Y el caso más emblemático: el Tren de Cercanías. Un proyecto que era un sueño de muchos se reactivó en el 2016, siendo presentado como realidad inminente para integrar Cali, Jamundí, Yumbo y Palmira, y que hoy vuelve a quedar suspendido tras la negativa del gobierno nacional de otorgar el aval fiscal del 70 % del primer tramo. Una decisión que frena una obra diseñada para mejorar la calidad de vida, la movilidad y la competitividad del sur del Valle.
Ante este panorama, sigo siendo un vallecaucano optimista, convencido de que nuestro territorio tiene un potencial enorme. Veo siempre el vaso medio lleno, pero honestamente ya resulta ingenuo hacer llamados a que nos traten como una región prioritaria.
El Tren de Cercanías no es un capricho, sino una solución integral que transformará la vida de más de 2,5 millones de personas. Reducirá en 34 % los tiempos de viaje entre Cali y Jamundí, devolverá 180 horas al año a cada usuario y bajará el gasto en transporte, que hoy consume 28 % del ingreso de un hogar. Además, generará 14.000 mil empleos, evitará 1300 accidentes anuales, y creará 830.000 m2 de espacio público que mejorarán la calidad de vida.
Si bien, este no es un momento para lamentaciones, sino para acción. El Valle no puede seguir esperando. Es destacable que la gobernadora, los alcaldes de Cali y Jamundí, los gremios, la dirigencia política y la sociedad civil se hayan unido para exigir alternativas y defender el proyecto. Esa unidad debe mantenerse, toda vez que, los macroproyectos no son de un color político ni para beneficiar simpatizantes. Son para la gente. Todos los ciudadanos, sin distingo de clase o ideología, ganan con mejor movilidad, empleo, seguridad y calidad de vida.
Estamos ad-portas de elecciones al Congreso y a la Presidencia. Este es el momento de actuar con madurez y visión. Se deben hacer respetar las obras que por muchos años se han dilatado y presentar un plan de ejecuciones claro —el tren, el dragado, las vías, el aeropuerto— y exigir compromisos verificables a los vallecaucanos que aspiran representarnos, así como el próximo presidente, debe poner los ojos en esta región.
Es momento de exigir seriedad, cumplir los compromisos y dejar atrás el maltrato sistémico que por años ha frenado nuestro progreso. Si el Valle actúa con unidad y determinación, no solo recuperará el rumbo: demostrará que cuando esta región avanza, avanza toda Colombia.
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