Columnista

El Templo de Dios

El templo físico es un signo, el verdadero Templo es la comunidad y cada creyente que va creciendo en ella.

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"Aprendemos que Jesús nos quiere a nosotros con un estilo de vida sencillo".
"Aprendemos que Jesús nos quiere a nosotros con un estilo de vida sencillo". | Foto: 123rf

9 de nov de 2025, 02:52 p. m.

Actualizado el 9 de nov de 2025, 02:52 p. m.

Por Diego Fernando Guzmán Ruiz, Pbro.

La fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán, la Catedral del Papa y, por ende, la iglesia madre de todas las iglesias, nos invita a reflexionar sobre el significado profundo del Templo de Dios en la historia de la salvación.

La visión del profeta Ezequiel es una imagen poderosa: un agua viva que brota del Templo y lo convierte todo a su paso. Donde llega, sana lo salado y trae vida abundante. Crece un río de vida ¿Qué es lo que verdaderamente ‘mana’ de nuestro templo, de nuestra comunidad de fe, de nuestro interior? El templo físico (el edificio) y el espiritual (nosotros) deben ser focos de la Gracia de Dios, sanando las ‘aguas saladas’ del mundo: la desesperanza, el egoísmo, la injusticia.

Por otro lado, el Apóstol Pablo nos dice que nosotros somos el edificio de Dios y que el fundamento ya está puesto, Jesucristo. Además, afirma rotundamente: “Ustedes son templo de Dios y el Espíritu de Dios habita en ustedes”. El templo físico es un signo, el verdadero Templo es la comunidad y cada creyente que va creciendo en ella.

El Evangelio de San Juan complementa esto. Cuando Jesús expulsa a los mercaderes del Templo de Jerusalén, no sólo purifica un edificio; profetiza su destrucción y su reconstrucción en tres días, refiriéndose al ‘templo de su cuerpo’. Si somos Templo del Espíritu Santo, nuestra vida, nuestras acciones y decisiones deben ser un lugar sagrado. ¿Qué intereses mundanos hemos dejado entrar en nuestro templo interior? ¿Qué necesitamos purificar para que nuestra vida sea verdaderamente una ‘casa de oración’ y no un ‘mercado’? Jesucristo es el único fundamento sobre el cual podemos edificar una vida duradera y santa.

Al celebrar esta fiesta, la iglesia principal de la catolicidad, reconocemos que la Iglesia es una realidad dual: Es el Lugar Santo, espacio físico necesario para el culto, el encuentro comunitario y la liturgia. Pero es también la Persona Santa, Cada bautizado, unido a Cristo, que es portador del Espíritu y por lo tanto, es el verdadero Templo de Dios en el mundo. Honrar la Basílica de Letrán es honrar a la Iglesia entera y asumir la responsabilidad de ser, cada uno de nosotros, un ‘templo vivo’, un lugar purificado y santificado por la presencia de Cristo, desde donde fluye el agua viva de la fe, la esperanza y la caridad para sanar el mundo.

Mensaje escrito por el Arzobispo de Cali y sus obispos auxiliares para los lectores de El País.

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