¿El que diga Uribe o Petro?

En un país donde la polarización está a la orden del día; en un país donde las dos figuras políticas más mediáticas de la historia reciente se enfrentan en rifirrafes que van de la Peliteñida de Betty la Fea al abrazo con Pablo Escobar; en un país donde cualquier cosa que ocurra se convierte de inmediato en munición de ataque o defensa al uno o al otro; en un país donde escuchar y encontrar matices es casi una utopía, hoy la campaña por la Presidencia de 2026 parece reducirse al guiño de Álvaro Uribe o al de Gustavo Petro.

De tantos momentos extremos vividos, este cobra un interés particular por lo que está en juego. Cada palabra, cada mínimo detalle, termina siendo crucial en la batalla por llegar al 7 de agosto de 2026 con la banda presidencial. Y los precandidatos, que no son pocos, lo saben bien: no dan puntada sin dedal.

En la izquierda ya hay fila: Iván Cepeda, Gustavo Bolívar, Daniel Quintero, Carolina Corcho, María José Pizarro, Susana Muhamad, Gloria Flórez, Alfredo Saade, Alí Bantú y Camilo Romero, entre otros.

En la derecha aparecen Paloma Valencia, María Fernanda Cabal, Paola Holguín y Miguel Uribe Londoño, quien irrumpió pocos días después del fallecimiento de su hijo, Miguel Uribe Turbay. Y en esa misma orilla se suman Abelardo de la Espriella, Vicky Dávila y Daniel Palacios. También surgen nombres como David Luna, de centro derecha, y Mauricio Lizcano, quien pasó por el actual Gobierno, pero quien dice no ser “ni de derecha ni de izquierda”.

El pastor Saade, antes de anunciar su precandidatura, afirmó que Colombia necesita un cara a cara entre Petro y Uribe para “poner fin” a la división política. ¿En serio? Más que un camino hacia la reconciliación, la frase es una invitación a seguir alimentando la polarización: como si coronar un extremo sanara las fracturas del país.

En este terreno, las candidaturas de centro, que nunca la han tenido fácil, insisten en el discurso conciliador, que aún no seduce a una audiencia acostumbrada a los polos. Ahí están Sergio Fajardo, persistente; el exalcalde de Cali Maurice Armitage; Luis Gilberto Murillo, que se define como “un antídoto a la polarización y un representante de las regiones olvidadas”; la exalcaldesa de Bogotá Claudia López, en el espectro de centro izquierda, y Juan Manuel Galán, con el Nuevo Liberalismo. Una baraja amplia, sí, pero sin duda la que más difícil la tiene.

Hablar de centro en Colombia ha sido una quimera, ahogada siempre en las aguas turbulentas de nuestra realidad. Pero quizás, si logra leer la crisis como una oportunidad; si se plantea como una cura a la polarización crónica y, sobre todo, si consolida un discurso cautivador sin ser débil, el camino podría abrirse en medio de las dos orillas políticas.

Condenar una tercera opción al fracaso es apresurado, pero deben afinar sus movimientos, sumar fuerzas y hablarle a un país que necesita calmar su tempestad. Erigirse en la moderación que construye, que escucha y conoce los territorios; que estudia y propone; que entiende que gobernar es un acto de servicio al pueblo entero y no solo a un sector del electorado, podría abrir esa senda que hoy se pierde entre la furia.

El centro no puede ser un fantasma en una democracia que lo asfixia: necesita forma, fondo y coraje para no morir en la primera vuelta ni rendirse ante encuestas que se alimentan de los extremos para ganar audiencia. Si logra sacudirse del papel de eterna alternativa frustrada y convertirse en un proyecto que equilibre y gobierne para el país entero, tal vez deje de ser un espejismo y empiece a ser futuro. @pagope