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El poderoso impacto del afecto familiar

Los recuerdos de sus padres permanecían intactos y representaban un bálsamo en estos momentos de dolor...

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Carlos E. Climent
Carlos E. Climent | Foto: El País

31 de ago de 2025, 01:58 a. m.

Actualizado el 31 de ago de 2025, 01:58 a. m.

Un paciente de 90 años me consultó hace un tiempo por un proceso depresivo asociado a la reciente muerte de su esposa. Desde nuestra primera cita, además de discutir temas directamente relacionados al duelo por la pérdida de su esposa, quiso concentrarse en lo que había sido su vida familiar, lo que finalmente se convirtió en un homenaje agradecido a sus padres y en un ejemplo de la importancia del afecto familiar verdadero que persiste a lo largo de toda la vida.

Los recuerdos de sus padres permanecían intactos y representaban un bálsamo en estos momentos de dolor, a pesar de que ambos padres habían muerto un cuarto de siglo atrás. Lo que ese afecto, junto con la responsabilidad y dedicación de unos padres amorosos, representó para este hombre es enorme.

Su madre estaba dedicada al cuidado de sus hijos y era muy cariñosa, sin ser zalamera. Ella no ahorraba detalle alguno para darles a sus hijos lo mejor dentro de la frugalidad de una familia en la que no sobraba, ni faltaba, nada.

Para su padre, el proveedor confiable, la familia siempre fue su prioridad. Trabajaba mucho, era estricto, consistente y solidario. Nunca le faltaron energías para actuar en beneficio de su familia. Invariablemente cariñoso y respetuoso con su madre.

En apariencia menos expresivo que su madre, pero de afectos profundos. Acepta que las relaciones familiares no eran perfectas, pero tiene muy claro que en su casa las emociones se manejaban de una manera muy equilibrada (inteligencia emocional), y se respetaban una serie de principios básicos, a pesar de las diferencias y los conflictos cotidianos. Por ejemplo, comunicación abierta y transparente, límites claros, apoyo incondicional, confianza, flexibilidad y respeto a las diferencias.

Sus padres tuvieron siempre una relación de amor y admiración mutuas. En suma, ese círculo familiar más íntimo, padres y hermanos, conformaban un entorno de amor y seguridad.

En su casa se escuchaban palabras cariñosas, pero también sus padres eran exigentes. Le transmitieron la certeza de que merecía estar en el mundo y esa certeza construyó su confianza básica que lo acompaña hasta el día de hoy.

Sus sufrimientos, fracasos, dudas y luchas fueron parte de las muchísimas dificultades normales que tuvo que enfrentar. Pero en medio de las crisis, pequeñas y grandes, siempre lo rescataba la certeza y la seguridad de la solidez de la familia.

Cuando se reúne en familia para hablar de lo que representaron sus padres, es innegable que contribuyeron muy positivamente en su vida y en la de sus hermanos. Los ayudaron a convertirse en ciudadanos rectos, transparentes, responsables y considerados con los demás.

A los 90 años, las ganas de vivir y su optimismo continúan a pesar del dolor de haber perdido a su compañera de vida, y a pesar de las limitaciones físicas que vienen con la edad. Hoy tanto él como los hermanos siguen recogiendo los frutos del afecto verdadero e incondicional que recibieron consistentemente de sus padres.

Carlos E. Climent es médico de la Universidad del Valle y psiquiatra de la Universidad de Harvard. Durante30 años trabajó en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad del Valle, y durante 20 se desempeñó como miembro del Panel de Expertos en Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud.

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