¿Quién te pegó el virus?

Atormentarse con quién llevó el virus a la casa solo alimenta el dolor y la culpabilidad.

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12 de feb de 2021, 11:45 p. m.

Actualizado el 18 de may de 2023, 06:47 a. m.

Bastante es el dolor que percibimos con tantos enfermos en los hospitales y muertos en los camposantos, para que adicionalmente se estimule la curiosidad, que en muchos casos deriva en morbo, sobre quién llevó el covid a la casa o al lugar de trabajo.

La cantidad de posibilidades infinitas sobre el origen de la enfermedad, usualmente terminan en conjeturas irresponsables que solo sirven para atormentar familias o empresas enteras. Nadie está interesado en propagar el virus; obviamente hay mucho irresponsable que merece su suerte por no tomar las medidas conocidas de bioseguridad y distanciamiento social, pero en términos generales, la trazabilidad de la forma en la que entró el coronavirus a un hogar es un misterio, pues las posibilidades son múltiples.

La forma más fácil de señalar culpables es adjudicarles la culpa a los mensajeros, a las empleadas, a los choferes, a los escoltas. Pero el contagiado es la misma persona que viaja y va a restaurantes, continúa con una vida social intensa, en la que llega muy juicioso con el tapabocas pero se lo quita con el primer sorbo de licor, comparte a carcajadas los chistes de la noche, degusta los alimentos, recoge el tapabocas del piso, y con rigor militar, vuelve a usarlo al despedirse.

Es la misma persona que va a bodas, cumpleaños y aniversarios en la ciudad y fuera de esta, con el mismo procedimiento de ‘póngase y quítese’ la mascarilla. Sin embargo, cuando llega el virus y el conductor también se contagia, la culpa es de una sola vía, la de la cuerda más débil: el origen estuvo en algún empleado. Puede ser que así sea, pero las conjeturas solo sirven para que el distanciamiento social adquiera unas connotaciones injustas.

Atormentarse con quién llevó el virus a la casa solo alimenta el dolor y la culpabilidad. Negarle un abrazo a los padres y los abuelos es muy duro, como lo es privarnos de ellos, pero hoy solo protege en algo, cuidarse al máximo entre la ‘normalidad’ que vivimos. Hay que seguir trabajando, mercando, tanqueando el vehículo, yendo al cajero, compartiendo documentos, asistiendo al médico a exámenes inaplazables; son riesgos permanentes con posibilidades de adquirir el virus.

¿Pero de cuál de estas actividades podemos prescindir? Difícil respuesta. Hay que seguir viviendo, cuidándonos, asumiendo riesgos, con la certeza que jamás quisiéramos contagiarnos ni transmitir la enfermedad y mucho menos ser señalados de haber sido transmisores de un virus invisible, tormentoso y que Dios nos ampare, mortal.

Directora de El País, estudió comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Javeriana. Está vinculada al diario EL País desde 1992 primero como periodista política, luego como editora internacional y durante cerca de 20 años como editora de Opinión. Desde agosto de 2023 es la directora de El País.

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