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¿Marchar o no marchar?

Me gustan las marchas como expresión de civilidad y mecanismo de movilidad ciudadana.

15 de noviembre de 2019 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

Me gustan las marchas como expresión de civilidad y mecanismo de movilidad ciudadana. Me gusta encontrar y mirarme a los ojos con quienes compartimos la causa que alienta la manifestación. Por eso me gustan las marchas con nombres concretos, a favor o en contra pero que sean marchas con identidad. He participado en marchas contra las Farc, o por la liberación de los secuestrados de La María, para mencionar dos recuerdos dolorosos, uno sabía a lo que iba; me gustan las multitudes que hacen suya una causa, y cómo esta se salpica con la creatividad de las canciones y la pasión de las consignas.

Marchas que culminan con mensajes poderosos, derivados de la cantidad de asistentes y la coherencia en las expresiones de los asistentes. Marchas a las que se asiste por transmitir un mensaje preciso, por la construcción de una posición positiva en favor de una causa que lo amerite. Pero para que el protagonista sea el mensaje, una buena marcha debe ser pacífica, pues de otra manera, los actos violentos enturbiarán el propósito inicial.

Por no cumplir ninguno de los requisitos anteriores, no estoy de acuerdo con la marcha del próximo 21 de noviembre. Porque es una colcha de las más diversas inconformidades, muchas de ellas sin sustento real. Porque responde a una nueva y lamentable moda latinoamericana de marchar para agredir, odiar, robar o matar. Porque conozco lo duro que es financiar el amoblamiento urbano de las ciudades con los escasos recursos públicos. Porque me duele ver destruir el comercio cimentado con sudor y esfuerzos. Porque siento que es tan mía la sangre del joven revoltoso como la del policía herido o la del inocente que pasa. Porque percibo en el presidente Duque honradez y ganas de modificar la forma de hacer política. Con equivocaciones seguramente, como un gabinete carente de figuras que representen un espectro más amplio de vertientes políticas y credibilidad.

Atreverse a pensar diferente, enfrenta las viejas e infortunadas maneras de hacer política. Esperaré pues otra marcha, a favor del Gobierno o contra este, no lo sé, pero con el impacto que dé la coherencia y el poder de la palabra, pacífica, contundente, justa. Lo que no dudo es que hay muchas razones para hablar fuerte, causas que ameritan solidaridad, pero no a través de marchas como la que nos amenaza el 21.

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