¿Lejos de África?
Me impactó esta semana la estadística de las edades promedio de la población en los diferentes continentes (Visual Capitalist). El mayor promedio lo tiene Europa con 42 años de edad, solo superado por Japón con 42,7 años. Canadá esta en 42,2; Estados Unidos con 38,1 y Sudamérica con 31 años. Lo dramático es que África tiene la menor edad promedio del planeta con solo 18 años.
Busqué la tasa de fecundidad, que como sabemos está en declive global. Las familias son cada vez más pequeñas y hoy no es extraño encontrar parejas que deciden no tener hijos. Europa tiene una tasa de natalidad cercana a 1,5 hijos, América Latina 2,3 hijos por familia pero, aterrémonos, el promedio africano es 5 hijos por familia. Por tal razón, su población menor de 25 años es el 71 % y se proyecta que para el año 2100 cerca de la mitad de los niños del mundo (entre 0 y 4 años) vivirán en África.
La salud agoniza. La esperanza media de vida en el norte de África es de 67 años, pero en el África subsahariana, la más grande del continente, esa esperanza es solo de 46 años. El sida sigue siendo la causa más común de muerte.
Todo este drama sucede en el continente de los diamantes, el oro y del capital natural más importante del planeta. La pobreza y la ignorancia son el caldo de cultivo perfecto para el abuso centenario de multinacionales y de clanes raizales corruptos que inflan sus botines de generación en generación sobre la desesperanza de los africanos. De las 53 naciones que componen el continente, solo 19 son democráticas. Las tiranías son el mejor instrumento para robar.
Mientras leía tanta estadística dura sobre la pobreza de tan rico continente, me preguntaba: ¿Y no es algo parecido a lo que sucede con el Chocó? O para no ir muy lejos, dramas similares se viven en nuestra Costa Pacífica. La coalición de apetitos económicos con aves carroñeras que se alimentan de la pobreza ajena para incrementar sus fortunas, asociadas al poder político, son tan frecuentes como vergonzosas.
Ojalá que las estadísticas proyectadas sirvan para asustarnos sobre el futuro demoledor que les espera a nuestros descendientes. Que la mirada de la historia no juzgue nuestra indiferencia ante la miseria en tan ricas regiones.