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El último tapabocas

Si los simples apretones de manos, hasta ahora formales y abundantes, se hicieron escasos, qué decir de los abrazos y del contacto de labios y cuerpos.

4 de marzo de 2022 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

Un sabor agridulce deja la reflexión sobre la autorización de quitarnos el tapabocas en espacios abiertos. El más grato pensamiento es el reencuentro con las bocas, con las sonrisas, con la expresión sonora clara. Recordando a Alfonsina Storni, “Boca perdida en el vaivén del tiempo; boca detrás de los paisajes escondidos; la hora de volver a ver tus labios”.

Debo reconocer que esa mascarilla se atravesó en la fluidez del picante de la vida y nos impidió soñarlas más, imaginarlas, anhelarlas. El virus invadió de miedo las relaciones entre las personas y el barbijo fue el símbolo más frentero de una época que no quisiéramos repetir. Los seres humanos tomamos distancia, nos hicimos desconfiados de la interacción al punto que hasta los alquileres de cuerpos y besos entraron en crisis. Si los simples apretones de manos, hasta ahora formales y abundantes, se hicieron escasos, qué decir de los abrazos y del contacto de labios y cuerpos.

Por eso y mucho más anhelábamos que un día pudiéramos redescubrir las bocas; oler de inspirada manera la hierba fresca y la piel lejana; pero de manera especial, deseábamos que el día que pudiéramos tirar al piso los tapabocas, dejáramos ver la nueva piel del alma, solidaria, generosa, resiliente, por todo lo duramente vivido en estos dos años.

Tristemente, en el mundo hay olor a pólvora, a guerra, a sangre inocente. Con barbijo o sin él, la mirada del zar ruso del 2022 transmite desconfianza, frialdad, soberbia. No escucha a la comunidad internacional, menos a sus vecinos invadidos y cada grupo que osa en Moscú pedir que pare la guerra, es detenido de inmediato. Esa ‘primera línea’ pacifista es atropellada y silenciada de inmediato por el equivalente al Esmad ruso. Es la interpretación de la política al antojo del tirano, la incoherencia de las ideologías porque la soberbia de algunos gobernantes supera los principios. Dios nos ampare con su espejo colombiano en campaña.

Entre nosotros hubiéramos querido que cuando los tapabocas volaran, las palabras de esos millones de bocas libres entonaran cantos de esperanza. La campaña política, con retrovisor permanente y sórdida manipulación de argumentos para estimular el miedo, generan un ambiente de incertidumbre en el que reír, lamentablemente, no es frecuente.

Para seguir con la nostalgia de la poesía y la boca, y en este ambiente caldeado, el retiro del tapabocas parece planeado por Benedetti: “Te quiero por tu mirada que mira y siembra futuro// tu boca que es tuya y mía, tu boca no se equivoca // te quiero porque tu boca, sabe gritar rebeldía”.

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