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Colombianadas idiomáticas

Recientemente en el Giro de Italia fue sensación el mal momento digestivo del ciclista francés Samuel Dumoulin, quien no tuvo alternativa que buscar un matorral para solucionar tan apremiante gestión (¿o digestión?).

16 de junio de 2017 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

Recientemente en el Giro de Italia fue sensación el mal momento digestivo del ciclista francés Samuel Dumoulin, quien no tuvo alternativa que buscar un matorral para solucionar tan apremiante gestión (¿o digestión?). Al regresar a la cicla y con la nueva movilidad en el galápago, aceleró como los grandes para alcanzar a nuestro Nairon-Man.

Fue un verdadero duelo de dos titanes en las pendientes europeas. El locutor decía: “¡Que soltura la de este ciclista!”. Los oyentes no sabíamos a cuál de los dos se refería, si a la fluidez ciclística de Nairo o a la soltura estomacal del francés, pues en Colombia volvimos la palabra “soltura” un giro más digestivo que la original expresión libertaria.

En España, en un buen partido de James Rodríguez, un periodista ibérico entrevistó un enloquecido hincha que agitaba la tricolor colombiana. Le preguntó cómo veía a James y al final le pidió que le dijera una expresión autóctona para decirle a un colombiano: “Tú eres lo máximo”. El hincha costeño gritó “¡Vos sos una verga!”.

Cuando el periodista entrevistó a James al final del partido, le quiso hacer un homenaje y le repitió esa misma frase. James quedó atónito, no sabía si agradecer o molestarse y finalmente le dijo al periodista que esa era una mala palabra entre nosotros. El costeño le gritó “¡Viejo James, pero en la cojta no!”, lo cual generó la risa de todos. ¿En qué momento esa horrible palabra se acuñó para destacar la superioridad de alguien? ¿Será sinónimo de grandeza?

Algo parecido está pasando en la costa colombiana con la palabra ‘bollo’. Cuando un costeño quiere comentarnos que tiene una bella mujer en sus planes, dice tener “un bollito espectacular”. Para nosotros no existen bollos espectaculares ni en la mente de las bacteriólogas ni en la digestión del escultor Fernando Botero.

Igual sucedió con la palabra ‘pelotón’. Ha pasado de ser un grupo de soldados, a describir un lento de inteligencia, al punto que algún desgraciado inventó la frase que la violencia no había entrado a Buga porque en cada casa había un pelotón. Olvidaba el sátiro que los atrasaditos de las casas de Buga los mandamos de ministros y presidentes.

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